Roca y los revisionistas. Por Juan Godoy
En las siguientes líneas, procurando profundizar el debate en torno a la figura de Julio Argentino Roca, y el roquismo, vamos a abordar la cuestión recuperando las visiones acerca del mismo de Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós, y algunos exponentes de la izquierda nacional, como Jorge Abelardo Ramos, Alfredo Terzaga y Norberto Galasso[1]. Es decir, vamos a analizar al roquismo desde algunos de los más importantes exponentes del revisionismo histórico argentino, a quienes nadie podría “tildar” de anti-populares, y/o anti-nacionales. La idea aquí es ir “más allá” de la concepción del roquismo como un mero movimiento que solo llevó a cabo una política contra las denominadas poblaciones originarias de nuestro territorio (no obstante nuestra absoluta condena a la matanza),[2]y/o la visión reduccionista del “anti-militarismo abstracto”, que considera a las fuerzas armadas con el solo objetivo de ser brazo armado de la oligarquía, y que todo lo que viene de ellas es malo, y observa al roquismo como un exponente de esa visión del ejército[3]. De eso se ha escrito bastante, dejando en las sombras otras aristas del tema que son relevantes al momento de analizarlo. Presentemos algunos puntos del debate, a modo de apuntes.
Una de las cuestiones centrales, sino la central, en relación a la organización nacional en nuestro país en el siglo XIX es la discusión por la cuestión del puerto, la aduana y la renta de la misma. De ahí que Juan Bautista Alberdi afirme que “la federación argentina es una especie de alcancía en que todas las provincias guardan sus rentas, pero cuya llave está en manos de Buenos Aires y cuyo tesoro sólo sirve al que tiene la llave. La llave es el puerto de Buenos Aires”. (Alberdi, 2007: 88)[4] Agregando que “no son los unitarios y federales, son Buenos Aires y las provincias. Es una división de geografías, no de personas; es local, no política. Con razón cuando se averigua quiénes son los unitarios y federales y donde están, nadie los encuentra; y convienen todos en que esos partidos no existen hoy; lo que sí existe a la vista de todos es Buenos Aires y las provincias, alimentando a Buenos Aires”.(Ibídem: 94)
Buenos Aires, como provincia-metrópoli[5], acapara para sí la riqueza de toda la nación. De esta forma, el país no podrá darse una organización nacional por muchos años. Podemos citar como ejemplos que tanto la constitución del ’19, como la del ’26, realizadas a la medida de la ciudad-puerto[6] traen aparejadas, en tanto niegan al interior, gran cantidad de revueltas contra la prepotente Buenos Aires. “surgieron entonces jefes armados al mando de tropas irregulares que defendieron como pudieron “las autonomías” provinciales y resistieron la política absorbente de Buenos Aires. Los caudillos aparecieron cuando Moreno había dejado de existir y con él una política genuinamente nacional. Así nació el “federalismo”, resultado del despojo de la riqueza argentina por una solo provincia” (Ramos, 1986: 38).
Dos soluciones posibles al problema de la organización nacional, en relación a la renta de la aduana: 1) la nacionalización de la renta de la aduana, otorgándole el disfrute a la nación toda; 2) la separación de Buenos Aires y la conformación de dos estados. La historia nos mostrará las dos alternativas. La segunda alternativa se cumple cuando la ciudad-puerto conducida por Bartolomé Mitre, la oligarquía argentina en pleno (el principal oponente político de Roca), diera el golpe al interés de Urquiza de la nacionalización de la renta, y separara a Buenos Aires del resto de la Confederación (1854) por varios años, con tal de no repartir la renta; y la primera opción se va a dar cuando Roca federaliza finalmente la ciudad de Buenos Aires y la renta nacional.
Decíamos que la oligarquía representada por Bartolomé Mitre era el principal adversario del roquismo. De ahí que Ramos considere necesario diferenciar la oligarquía del patriciado en el análisis del ’80, y del ’90, pues a partir de ahí se fundirán en una misma clase para siempre. Mientras la oligarquía obtura la organización nacional por defender su situación privilegiada, el patriciado pretende organizar la nación (Ramos, 1973). Este enfrentamiento será muy fuerte, y marcará los años 80’s. Así el mitrismo que se había levantado contra la candidatura de otro candidato provinciano fuera de su égida de poder, Nicolás Avellaneda (en esta ocasión quien reprime el levantamiento en Santa Rosa es justamente Roca, lo que le hace ganar simpatías en el interior provinciano)[7], y lo volverá a hacer, esta vez de forma más sangrienta cuando éste deje el poder, y se imponga la figura de Roca, que pretende nacionalizar la Renta de la Aduana. Norberto Galasso argumenta que “la causa de las provincias interiores ya no se defiende a través de caudillos y montoneras (…) sino mediante la confluencia de clases con cierto poder económico (en general, propietarios de fincas), con sectores populares y el ejército, bajo la forma de la llamada Liga de Gobernadores” (Galasso, 2011: 470)
Así se dan las batallas de Puente Alsina y Los Corrales, la guerra civil deja 3 mil muertos, y al roquismo triunfante que federalizará finalmente Buenos Aires, la renta aduanera y el puerto. La Prensa porteña, expresión del mitrismo, exaltada contra el triunfo del interior escribe que Roca tenía “un odio implacable a Buenos Aires (era) una amenaza de muerte para el pueblo de Buenos Aires (lo calificaba de)raquítico, enano, de paso bamboleante, era un guaso que mira de soslayo, anda en los ranchos de Córdoba en mangas de camisa, vareando caballos y sacando para comer el cuchillo de la cintura (…) el símbolo de la barbarie, rodeado por caudillos de chiripá y con aro en la oreja y chupa de tabaco negro. Si triunfaba, los indios abrirían con sus chuzas las cajas fuertes de los bancos” (citado en Galasso, 2011, 530-531)
Alfredo Terzaga se pregunta por la base social del roquismo, ¿quiénes apoyaban este movimiento que estuvo en el centro de la escena nacional cerca de 30 años? Responde buscando quiénes le daban apoyo provincia por provincia, y encuentra que, entre otros sostenes, en la provincia de Mendoza entabla vínculos con el sector federal, como con Olascoaga, quien había sido jefe de la revolución de los colorados en 1866, asimismo con Francisco Civit, padre de Emilio que sería Ministro de Roca y que pretendía nacionalizar los ferrocarriles; en San Luis lo apoya el partido de los hermanos Juan Y Felipe Saá, y también Carlos J. Rodríguez, otro jefe de Los Colorados, lo apoyan entonces de los más importantes líderes de la Revolución de Los Colorados; en Santiago, lo apoya Absalón Rojas, luego de eliminar la influencia mitrista de los Taboada; en La Rioja, lo apoyan los mismos sectores que habían apoyado al Cacho y a Felipe Varela, incluso Francisco Javier Álvarez, médico de la montonera; en Catamarca, lo sostiene Navarro que había reprimido el levantamiento del 74; en Santa Fe lo apoya Servando Bayo, un anti-mitrista que llegó a cerrar un “Banco Inglés” en nuestro país, por lo cual Manuel Quintana amenaza con bombardear Rosario, también lo apoyan los Iriondo, del viejo federalismo; en Entre Ríos logra el apuntalamiento con los hombres del ala popular del federalismo (los que habían estado con López Jordán), que apoyan al gobernador Eduardo Racedo, llega el apoyo de José Hernández, y también de quien se había opuesto a la guerra de la triple infamia, Olegario Andrade; en Córdoba: el gobernador Del Viso, y su Ministro Juárez Celman (cuñado Roca), tejen la red anti-mitrista del interior, sumado el apoyo de Salta, Jujuy y Tucumán son 12 provincias las que apoyan a Roca, quedando del otro bando solamente la Buenos Aires y Corrientes (Terzaga, 1976[8].T II).
A estas alianzas en las provincias, Terzaga suma el apoyo del Ejército, y también analiza la naturaleza del mismo a partir de considerar que el Ejército de la independencia desapareció, se disgregó, y se reconstituyó, y afirma que “ese ejército es la expresión “organizada” de la disolución de la vieja sociedad argentina” (Terzaga, 1976. T I: 240). Los conflictos de la misma se trasladan al seno del ejército. La supresión casi absoluta de la montonera, las vías del ferrocarril en abanico que destruyen la manufactura local, y dejan un tendal de desocupados, etc. han hecho prácticamente disolver la vieja sociedad Argentina del interior, así los montoneros, peones, troperos, carreros, etc., constituyen una masa social expulsada hacia la marginalidad. El “nuevo ejército” se irá nutriendo de estos personajes que se alistan para escapar de su situación de indigencia (muchas veces reclutados a la fuerza). Este “nuevo ejército” rechaza al mitrismo, destructor del Paraguay y del Noroeste argentino.
Veamos brevemente algunas de las políticas del roquismo en el poder, y algunas de sus figuras más relevantes. Es una política dirigida a construir un estado nacional. La federalización de Buenos Aires, que ya mencionamos, es de suma relevancia, establece la unidad monetaria (antes circulaban varias monedas), facilitó la inmigración de judíos perseguidos de Polonia y Rusia, se dicta la ley de educación laica, obligatoria y gratuita ,golpe a la enseñanza confesional, y procura la consolidación nacional (Jauretche la critica en sus contenidos, la colonización pedagógica, pero la juzga progresiva), se incrementa un 100 % la matrícula, Magnasco en Educación presenta un proyecto destinado a reemplazar la educación enciclopedista, abstracta y universalista por una educación estrechamente vinculada con la realidad Argentina, especialmente atendiendo a las peculiaridades regionales, así como también de índole técnico-industrial, se crea el registro civil en el 84 de modo de registrar los nacimientos y las muertes, se da una alta inversión pública en el interior, en política exterior se fija soberanía sobre la Patagonia, y se arregla problemas limítrofes con Brasil, defiende la soberanía de Malvinas, crea la Doctrina Drago cuando se ataque a Venezuela por su deuda sentando un precedente importante en la materia, en relación a los ferrocarriles se incrementan los estatales en regiones que no le importaban a los británicos, se da una “batalla” con el FFCC Argentino (Scalabrini Ortíz rescata esta política en varias ocasiones), Civit como ministro denuncia el papel perjudicial al desarrollo de las tarifas, procura desarrollar líneas estatales, y llega a proponer la nacionalización, se traza el FFCC Rosario-Punta Alta (fuera de la lógica británica), se prohíben los ejércitos provinciales, se sanciona el código minero, mientras se encomienda a Bialet Massé un informe sobre la clase obrera, y luego se propone un código de trabajo (en el que trabaja, entre otros Ugarte y Bunge), en el que se propone, entre otras cuestiones: jornada de 8 horas, descanso semanal, salario mínimo, protección de niños y mujeres en el trabajo, responsabilidad patronal en accidentes de trabajo, etc., por otro lado, se dicta la Ley de Residencia (otra mancha de la historia del roquismo), Pellegrini propone la eliminación del salario, propone el reparto de ganancias entre los capitalistas y los trabajadores, se dicta el servicio militar obligatorio, se fomentan las bodegas en Cuyo, el azúcar en el norte, entre algunas medidas a destacar.
Arturo Jauretche, por su parte, coincide en términos generales con esta interpretación del roquismo. Los 80’s expresan la derrota de los porteños a manos de los provincianos “en esa medida el roquismo significa una integración nacional pues después de Pavón sólo habían contado los porteños y aporteñados. Ahora el poder estaba en manos de la “liga de gobernadores” y el caudillo del ejército, también provinciano” (Jauretche, 1967, 70). Evidentemente la ciudad-puerto pierde poder con los “chinos” de Roca. Con este movimiento aparece una idea industrialista, disonante (al menos en parte) de la Argentina agroexportadora, que terminará frustrada, entre otras cosas porque le faltaba el apoyo de las masas dice Jauretche, y agrega “no es todavía política nacional en lo económico, pero es una rectificación, una atenuación del pensamiento de Caseros (…) no llega con todo a constituir sino un mero atisbo de Política Nacional: ella sólo se integrará por la presencia del pueblo en el estado”. (Jauretche, 2008, 96-100). Esa presencia comenzará con la política de Yrigoyen, acerca del cual Roca (una vez terminada su vida política), le recomienda a Ricchieri que siga con el caudillo.
Finalmente el roquismo, dice un integrante del mismo, Eduardo Wilde, “se mitrifica” (Acerbi, 1999), es decir claudica. Ramos indica que lo que no pudieron las armas, lo hizo la estancia. Norberto Galasso (Galasso, Op. Cit.) argumenta que no significa que el roquismo haya querido quebrar el orden semi-colonial, la creciente influencia inglesa en la economía, la granja de su graciosa Majestad. La gran diferencia es que el mitrismo quiere llevarla hasta sus últimas consecuencias con la segregación de la provincia de Buenos Aires, y liquidar todo germen industrial; mientras que el roquismo pretende lograr cierto equilibrio que permita a través del gasto público en el interior, la protección de la industria y algunas defensas de la soberanía nacional en política exterior, un perfil menos oligárquico y menos porteño, que permita una cierta integración nacional. No obstante la derrota del mitrismo llega tarde, la economía ya estaba deformada por el imperialismo aliado a la oligarquía, el gobierno del ‘80 no puede impedir la apertura de la Argentina semi-colonia británica. Jauretche por su parte, sostiene que es el segundo fracaso de la burguesía nacional, sostiene Don Arturo: “los políticos provincianos se aporteñaron rápidamente a la vez que se afincaban como estancieros de la provincia de Buenos Aires. Juárez Celman estanciero dejará pronto de ser el “burrito cordobés”, como Roca y Avellaneda han dejado de ser tucumanos” (Jauretche, 1967 : 72) y agrega “el roquismo, como tentativa de grandeza nacional, se desintegra en las pampas vencido por los títulos de propiedad que adquieren sus primates, ahora estancieros de la Provincia de Buenos Aires” (Jauretche, 2004: 237).
* Artículo publicado en Agencia Paco Urondo
Notas
[1] Para un abordaje de otros de los más importantes exponentes del revisionismo histórico, como José María Rosa, Fermín Chávez, Ernesto Palacio, y Arturo Jauretche, véase: Pestanha, Francisco J. Roca y el revisionismo histórico. En http://nomeolvidesorg.com.ar/wpress/?p=2615
[2] Con respecto a la denominada “Conquista del Desierto”, Martínez Sarasola, a quien nadie podría calificar de anti-indigenista, nos acerca algunos datos interesantes: primero argumenta que la “conquista” comenzó mucho antes de la llevada a cabo por Roca como Ministro de Guerra de Avellaneda iniciada en 1879, argumenta que comenzó en 1820 bajo la Gobernación de Martín Rodríguez, siguió con Rivadavia (resalta que también el caudillo Estanislao López en tres “expediciones” asesinó a unos 160 mocovíes), destaca asimismo que la expedición de Juan Manuel de Rosas (1833-1834) es un hito porque se penetró profundamente los territorios indígenas, dejando 3200 muertos (no obstante la política de Rosas es por momentos de acuerdos y por momentos de represión). Se extiende así la “conquista” hasta 1899, correspondiendo al periodo 1821-1877 el 74 % de las muertes (9000 aprox.), y un 18 % al periodo 1878-1884 (2100 aprox.), el resto es posterior. (Martínez Sarasola, 1992). No obstante pensamos que la gravedad de las represiones no viene dada meramente por una cuestión cuantitativa, pero de todas formas “enmarca” la cuestión en un contexto más amplio, y facilita el entendimiento. Podríamos pensar también en las represiones de los gobiernos yrigoyenistas en la Patagonia, y en la Semana Trágica, o bien durante el gobierno de Juan Domingo Perón, la expulsión a las poblaciones originarias que habían recorrido 2 mil kilómetros para que se les reconociera la propiedad de las tierras en el denominado Malón de la Paz. Véase (Valko, 2013). A partir de allí, insistimos en que eclipsar toda una política de gobierno, ya sea para bien o para mal, por un hecho disminuye el análisis de la misma. La historia y la política, afortunadamente, son más complejas.
[3] La historia latinoamericana ha demostrado con innumerables ejemplos lo errado de esta visión, desde San Martín, Bolívar, Mosconi, Savio, Perón, Velasco Alvarado, Torres, Torrijos, Hugo Chávez, etc., etc.
[4] En cambio Ortega Peña y Eduardo Duhalde sostienen que lo fundamental en “la cuestión “porteños y provincianos” no gira en torno a la Aduana o a la libertad de los ríos, como lo planteara el interior provinciano, y el litoral, respectivamente, frente a Buenos Aires. Resulta fundamental analizar en cada momento histórico, quién se encuentra al frente de la Aduana, del Tesoro y del Puerto de Buenos Aires, es decir qué clase social empuñaba esos “instrumentos” y con qué efectos económicos”. En (Ortega Peña-Duhalde, 1975: 163). Felipe Varela contra el imperio británico. Buenos Aires: Schapire, página 163.
[5] Vivian Trías sostendrá que las capitales provinciales operan de la misma forma con los pueblos de sus respectivas provincias, así: “las ciudades capitales de provincia ofician como satélites de Buenos Aires y como metrópoli o sub-metrópoli de los pueblos interiores”. (Trías, 1969: 20).
[6] En la constitución de 1819 los Cabildos del interior no tenían autoridad para designar sus representantes. En contra de dicha constitución se levantan los caudillos provinciales como expresión genuina de las masas. Mientras que con la constitución de 1826, al igual que la anterior desconocía los derechos políticos de las provincias, se proclama Rivadavia como presidente, quien representaba los intereses portuarios, se declara Buenos Aires como capital de la república, y se le quitan los derechos electorales a los jornaleros y domésticos a sueldo. Surge aquí la figura de Dorrego. (Ramos, 1986).
[7] Recordemos que bajo el gobierno de Avellaneda se llevan a cabo las discusiones parlamentarias divididas entre los proteccionistas, entre sus más lúcidos defensores a Carlos Pellegrini y Rafael Hernández y los librecambistas, representados en Norberto de la Riestra. Finalmente ganan la “batalla” los proteccionistas y surgen las primeras industrias (aunque ligadas al agro en su mayoría), de nuestro país. También fundan el periódico “El industrial”, y el “Centro industrial”. véase (Dorfman, 1970) y (Schvarzer, 1996)
[8] Lamentablemente esta obra de Alfredo Terzaga quedó inconclusa, llega solamente al año 1880. Esta idea de Terzaga que es compartida por Ramos es discutida por Rodolfo Puiggrós (éste refiere al “colorado”), argumentando que los gobernadores congregados por Roca no eran herederos de los caudillos, éstos estarían “amansados”, sumado a que la política de Roca es plenamente liberal, que la “conquista del desierto” consolida a la oligarquía, y que el ’90 calificado por Ramos como contrarrevolución desconoce el papel de las masas. (Puiggrós, 1986). Entra en el debate también Hernández Arregui (quien también refiere a Ramos), quien no contraría totalmente la idea de Ramos, sostiene que es posible, pero algo dificultoso defender la tesis, al fin y al cabo afirma: “puede aceptarse que dentro de la oligarquía nacional en formación, Roca representó su tendencia más Argentina (no obstante), fue absorbido por la oligarquía y nunca dejó de ser su representante. Incluso como gran propietario de tierras”. (Hernández Arregui, 2004: 373-374)
Bibliografía
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Dorfman, Adolfo. (1970). Historia de la industria Argentina. Bs. As.: Hachette.