Revolución, el cruce de los andes. anotaciones al pie de la pantalla. Por Juan godoy
Resultan interesantes ciertos elementos que se pueden observar en la película Revolución, el cruce de Los Andes dirigida por el director cordobés Leandro Ipiña, quien ya había realizado una mini-serie: San Martín. El combate de San Lorenzo, acerca de la única batalla de San Martín en el territorio que hoy conocemos como la Argentina en febrero de 1813. Interesantes en tanto nos permiten dar cuenta de una historia bien diferente a la que nos han contado, y ¿nos cuentan? en las escuelas, universidades, medios de comunicación y demás órganos de difusión de los sectores dominantes.
Veamos algunos de ellos. Primero nos sorprende un San Martín que habla con un acento gallego, pero cómo no iba a hacerlo si había vivido tan solo cuatro años en Yapeyú, dos en Buenos Aires y ¡veintisiete en España! (desde 1784 a 1811). Entonces se nos abre un interrogante: ¿cómo alguien que vivió, se moldeó y luchó tantos años en el ejército español iba a venir a luchar justamente contra ese ejército?, ahí aparece la idea del llamado de la selva, de la revolución de mayo como un movimiento separatista de España que tantas veces hemos leído, y que evidentemente no nos satisface. Las respuestas satisfactorias comienzan si vemos a la revolución de mayo, no como un movimiento separatista, sino como una extensión de los estallidos revolucionarios tanto en el resto del continente americano como en España (comenzados en 1808). Eran estallidos democráticos contra el absolutismo.
Aquí podemos observar que en la película de Leandro Ipiña, San Martín no se refiere a sus adversarios como españoles, sino como absolutistas, godos, maturrangos, identificando así al sector contra el cual luchaba. La lucha de San Martín es la misma lucha que desarrollaba en España, antes de que comenzara a asfixiarse el movimiento revolucionario en la península.
En Cuyo se pone de relevancia cómo San Martín se las ingenia para armar su ejército, a pesar de la oposición del poder central de Buenos Aires que pedía que bajara a reprimir a los caudillos, y lo ahogaba económicamente. Realiza una planificación económica, de recursos, moviliza a sus habitantes, en algunos casos expropia, fabrica pólvora, armas, los uniformes, pone impuestos, diezmos, etc. Es el gobierno haciéndose cargo del desarrollo económico. Norberto Galasso dirá que hay similitudes en la organización con el Plan de Operaciones de Mariano Moreno.
Observamos también que se integra a San Martín, en un diálogo entre dos personajes que a través de un relato recrean el cruce de Los Andes, y la batalla de Chacabuco, como padre de la patria, pero no de lo que hoy denominamos la Argentina, sino de la patria grande, de Nuestra América. Así damos cuenta que la bandera argentina no es la que escaló la cima de Los Andes, sino que ésta es diferente, es la del Ejército de Los Andes. Al mismo tiempo que el ejército estaba integrado por habitantes de lo que entonces eran las Provincias Unidas del Río de La Plata, y por chilenos. Así se deja atrás la idea del General de la patria chica, y se lo integra como General de la Patria Grande.
Rescatamos asimismo el interrogante que nos plantea de ¿quién hace la revolución, quién es el sujeto revolucionario?, ¿un hombre solo o el pueblo? Consideramos que ahí hay un “juego” interesante en el cual se pone de relevancia a un personaje ¿secundario?, se le da voz, se lo escucha, es parte de esos nadies con los cuales se hacen las revoluciones, los cuales son olvidados, dejados de lado. Están ellos, y un hombre fuerte, un líder que los dirige y los estima tan necesarios como a él mismo, pues sin ellos su imagen como tal se desdibuja, desaparece.
Por último damos cuenta que hay una intencionalidad de bajar a San Martín del bronce, pero no de una humanización apolítica, como muchas veces se ha hecho, sino que se lo rescata como un hombre político, y como tal con un proyecto político de emancipación y unificación de Nuestra América.
Es la otra historia la que aparece, la que circula en el subsuelo de la patria y que emerge a pesar de la superestructura de colonización pedagógica que hace lo necesario para que no suceda. No podemos negar que hoy los tiempos políticos ayudan, hay mucho de aquello hoy mismo brotando en nuestro continente. La revolución, el proyecto sanmartiniano, bolivariano, etc. quedó inconcluso. Es tarea nuestra, de nuestro presente lograr concluirlo.
Abril 2011