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Pensamiento Nacional y Emancipación

Por Juan Godoy

Producidos los procesos de emancipación nacional en Nuestra América, y fracasado el proyecto sanmartiniano y bolivariano de la Patria Grande, emergen una veintena de patrias chicas que van a buscar su inserción al mercado internacional a partir de la producción de materias primas. En nuestro caso nacional, esa configuración de país dependiente (si bien anteriormente también hay proyectos en ese sentido), se dio sobre todo después de la Batalla de Caseros y más aún luego del fatídico (para el campo nacional y la posibilidad de un proyecto antagónico) Pavón.

            Así, mientras en el Norte de América se avanza con un proyecto de cohesión y desarrollo, en Nuestro Sur se emprende el camino contrario: la balcanización y la condición semi-colonial de los “nuevos países” ahora más fortalecidos en sus fronteras. La Argentina, con Mitre a la cabeza, aparece como un caso paradigmático de la conformación de una nación que solo tiene una independencia formal pero una dependencia real.

            Es el triunfo del proyecto de la oligarquía porteña surgida plenamente como tal (antes tenemos una burguesía comercial anglo-criolla por un lado, y los estancieros bonaerenses por el otro), también luego de Caseros. Esa clase social que basa la construcción se su riqueza en la apropiación de una enorme renta agraria diferencial, y al igual que su antecesora (la burguesía comercial porteña y más aún), no tiene una identidad nacional, sino que se siente extranjera en su país de nacimiento. Esa oligarquía piensa en términos coloniales, y es quien se beneficia con el proyecto semi-colonial.

            De esto se desprende que esa clase social, que sobre todo a partir de la última dictadura cívico-militar va también a ligarse fuertemente a los negocios financieros, no tiene un interés nacional. Siempre entabla proyecto de sumisión para beneficiarse y perpetuarse como clase. El desarrollo industrial es antagónico a su interés. Así, el país para pocos que contempla es agroexportador y/o ligado a la valorización financiera.

Es por esto último que en nuestro país la “alternancia democrática” (antes se daba principalmente por intermedio de golpes de estado), se revela traumática ya que no es como en los países con una cuestión nacional resuelta, donde ambos proyectos políticos (con sus matices claro), “juegan” para el interés del país. Aunque en diversos momentos históricos los diferentes actores políticos pueden “jugar” dentro del orden semi-colonial, sin discutirlo, todos parte de un mismo proyecto dependiente (ya sea con una discursividad de izquierda o derecha, por decir de algún modo). Cabe mencionar que en la Argentina (como en el resto de las “patrias chicas”) esta clase social es parte, el eslabón necesario para el desarrollo del proyecto imperial. Está de acuerdo con el mismo, la beneficia enormemente por lo que está dispuesta (y lo hizo reiteradamente), a derramar ríos de sangre con tal que predomine su interés que insistimos no es el nacional, sino el imperialista.

            En los países semi-coloniales con una cuestión nacional a resolver como la Argentina, pensar en nacional aparece como una tarea central e insoslayable para el análisis de la realidad nacional, y la posibilidad de configurar un movimiento nacional que avance en la emancipación de la Patria. Es que de pensamientos enajenados de nuestra realidad sólo pueden surgir soluciones coloniales a los propios problemas, y sobre todo al problema central que es la dependencia.

            Tenemos afortunadamente en nuestro país un conjunto de ideas nacionales que nos sirven de brújula en las luchas del presente. El movimiento nacional ha construido un conjunto de ideas que si bien no siguen (y en muchos casos debemos decir afortunadamente), la lógica académica, son ideas con un alto nivel de coherencia que consideramos aquí han servido mucho más al desarrollo de las luchas del pueblo argentino por su emancipación que las toneladas de artículos académicos, papers, o el formato que se quiera.

Vale entonces preguntarse por la pertinencia y validez de este cúmulo de ideas que han sido útiles para la conformación de un proyecto nacional, y las demás como parte del entramado de la cultura oficial-liberal han servido más a los proyectos de sumisión y colonización que otra cosa. Es importante también pensar en el para qué de las ideas y el para quién. Partiendo de estas ideas y/o preguntas es que consideramos y re-valorizamos las ideas nacionales. La idea abstracta, sin aplicación a la realidad nacional (y cuando la tiene cumple el papel mayormente colonial), consideramos es mero fetichismo intelectual. Las ideas nacionales que son tales no por su origen geográfico, sino más bien por su correspondencia con las necesidades nacionales que no son otras que las del pueblo argentino tienen entonces una validez teórica, pertinencia metodológica.

Negar la tradición nacional de nuestras ideas consideramos es “ceguera intelectual” que parte del predominio de la idea que lo de afuera (Europa y Estados Unidos claro), es mejor y lo propio no está a la altura de aquel. En varios sentidos al menos observamos a lo largo de trabajo que esa idea es refutada. Por un lado, porque la validez de una idea debe medirse en su contexto, en tanto sea plausible aplicarla a la propia realidad. La matriz cultual iluminista adoptada por la clase dominante desde comienzo del siglo XIX en nuestro país ha sido parte de la conformación de una visión elitista y de un orden dependiente. La aplicación de ideas abstractas a una realidad concreta que no se asemeja a tales ha llevado a grandes matanzas.

Por otro, sólo el desconocimiento de las ideas nacionales puede llevar a tal aseveración, pues hay muchos temas que incluso se repiten (y más de una vez son anteriores temporalmente), pero claro ¡mejor si está escrito en inglés, francés o alemán! Ese es el criterio de validez que muchas veces se utiliza. Asimismo, las ideas cientificistas poco y nada han aportado a la lucha por la emancipación nacional (como decíamos, más bien al contrario). Difícil encontrar a alguien que haya muerto y ordenado su vida en base a esas ideas, en cambio, en el pensamiento nacional podemos encontrar muchos ejemplos, es una cuestión también que no puede ser dejada de lado, y hay que tener en cuenta al momento de establecer su validez y pertinencia.

Vale la aclaración, no pretendemos aquí negar otras tradiciones de pensamiento, pero sí ponerlas en tensión con las nacionales, tomando en cuenta la validez de las diferentes tradiciones y nutriéndonos de éstas. Lo que no se puede aceptar es la negación de todo el pensamiento nacional en base a pre-nociones y desconocimientos. No se puede aceptar la incorporación de los valores universales como absolutos. La adopción de lo ajeno en detrimento de lo propio.

El imperialismo penetra los países oprimidos no sólo a través de su estructura económica, sino también culturalmente. En este sentido el imperialismo actúa disolviendo los márgenes de la comunidad nacional, al fin y al cabo impide la conformación de una conciencia nacional. De ahí que el pensamiento nacional “pone sobre la mesa” la dependencia, y la discuta fuertemente. La cuestión nacional, como decíamos, aparece como el centro de la discusión en los países como los nuestros. Es necesario, más aún hoy en pleno proceso de expansión inusitada del capital transnacional en detrimento de las soberanías nacionales y la dignidad de los pueblos, discutir la estructura económica dependiente. Es que sin una ruptura de la misma se revela imposible avanzar en la implementación de un proyecto nacional y ligado a los sectores populares.

Asimismo de esto se desprende la revalorización de la cultura nacional. Pues en esta reivindicación de lo propio se encuentra también una obturación a la penetración imperial, y los rasgos distintivos de la fisonomía nacional. De la mano de la reivindicación cultural es también que estrechamos lazos con los países hermanos latinoamericanos, pues la tradición cultural es compartida entre nuestros pueblos. Es imperiosa la reconstrucción de nuestra historia cultural a partir de los abordajes de las problemáticas nacionales. Esta relectura es tomando a la cultura nacional como la cultura popular. Esta cultura, en perspectiva histórica aparece como conciencia nacional en oposición al vasallaje y la expoliación.

Es evidente que hay ideas que sirven a la emancipación nacional, y otras que son útiles a las ataduras coloniales. Mientras las clases dominantes y sus satélites medios se distancian del país, el pueblo se aferra a lo nacional. La colonización pedagógica penetras las conciencias estrechando los márgenes del pensamiento, rompiendo con el sentido común (como el sentido despojado de las ideas del aparato cultural), por lo que es necesario animarse a pensar por uno mismo, romper con las enseñanzas en tanto fueron aprendizajes contra nosotros mismos. Las ideas coloniales no nos dejan pensar, es menester que las mismas dejen lugar a las nacionales. Se trata de crear los caminos propios.

El campo político argentino, vale destacar, de esta forma no se divide en izquierdas y derechas. Basta un recorrido por nuestra historia para da cuenta que si nos basamos en esa oposición poco podemos entender de los procesos políticos en nuestro pasado y presente. Esas son aristas del país semi-colonial. Lo que divide la política en nuestro país es lo nacional y lo colonial. Esos son los verdaderos dos proyectos políticos que se han enfrentado y se enfrentan en nuestra nación. La Nación y el Pueblo contra el imperialismo y la oligarquía.

La lectura de nuestro pasado se vincula directamente con el accionar político. Es por ello que se hace necesario revisar la historia desde una perspectiva popular y latinoamericana. La reivindicación y rescate de la tradición profunda de nuestro pueblo, del federalismo, de la Patria Grande contra los proyectos de las minorías oligárquicas y el imperialismo. La falsificación de la historia es nodal en la colonización pedagógica, por eso la necesidad de rescatar acontecimientos negados, personajes silenciados, y también mirar los mismos sucesos y personajes desembarazándonos de la óptica liberal que los ha tergiversado y/o abordado desde sus propios intereses.

La revisión del pasado así para la reconstrucción del tejido social, para el entrelazamiento entre lo individual y lo colectivo: con nuestra identidad. En fin, la revisión de la historia para cimentar una conciencia nacional. El revisionismo histórico es una necesidad y herramienta política de los pueblos que luchan por su emancipación. Por eso no es casual que los “profetas del odio” hablen del fin de la historia, de mirar adelante, dejar de lado el pasado.

Vale llamar la atención entonces que aunque pensemos solamente  en la práctica política sin teoría, hay una visión del mundo, de la política y negadora del pasado que también termina teniendo repercusión en nuestra acción política. Consideramos asimismo la complementación de la teoría y la práctica. La teoría sin práctica es mero discurrir intelectual, y la práctica sin teoría conlleva errores (y repetición de los mismo) estratégicos, y a la burocratización.

Animarse a romper con la supuesta “objetividad” en las ciencias sociales que sólo existe en la cabeza de algún academicista o de alguno que pretende esconder sus intereses políticos detrás de la neutralidad valorativa. “Bucear” en nuestras tradiciones culturales indagando en aquellos pensadores que han sido catalogados por fuera de la ciencia. Hay una estrecha relación entre la política y la ciencia, algunos la niegan por conveniencia. A lo largo de nuestro trabajo se observa que el pensamiento nacional pone por delante la política. Es la primacía de la política. Es la revalorización en las ciencias sociales en relación a un proyecto nacional, a la transformación de nuestra realidad nacional y social. Quitarse las anteojeras y Pensar en nacional entonces, la tarea de hora.

Pensar en nacional no sólo es una herramienta de análisis sino que vincula estrechamente con la acción política. Así, la respuesta a la penetración del modelo oligárquico-imperialista es la conformación del nacionalismo popular que se presenta (en general), como grandes frentes nacionales. La tradición frentista recorre la historia profunda de Nuestra América. Se trata de aunar a todos los sectores enfrentados en mayor o menor medida al imperialismo para romper el orden semi-colonial. La conciencia histórica cuando es nacional se vuelve conciencia política para avanzar en la emancipación nacional. Así compartimos la exhortación de Manuel Ugarte: "ha llegado el momento de recapacitar. Hasta ahora hemos hecho lo que convenía a los extraños. Hemos sido lo que otros querían. Empecemos a ser y a pensar de acuerdo a nuestras necesidades".

            El pensamiento colonial penetra diversas capas de nuestra comunidad conformando mentalidades que piensan a contrapelo de las necesidades nacionales. Para ello se vale de diferentes instrumentos y mecanismos, lo más sutiles resultan ser los más certeros, que apuntan al debilitamiento de la conciencia nacional. No resulta casual entonces que ante la gesta de Malvinas haya desplegado todo su arsenal, en tanto la misma resulta la gran causa que galvaniza voluntades y fortalece dicha conciencia. Ésta constituye uno de los últimos bastiones (quizás el único), que quedan en pie en este sentido, ante la debacle iniciada en 1976.

            Este entramado se ha sintetizado bajo la noción: desmalvinización, que muy breve y rápidamente podemos definir como la adopción de un punto de vista colonial en relación a Malvinas, o bien asumir la visión del enemigo (o que conviene a los intereses del mismo, más nunca a los nuestros), como propia, quitar Malvinas de la conciencia colectiva. Asimismo apunta dejar en el pasado esa “aventura” (¿cómo se le ocurre a un país subordinado como la Argentina enfrentarse a las potencias imperiales?), y así re-establecer (¿incluso a pedir perdón?), esa relación tradicional de “amistad” (dependiente). Rodear la noción de un conjunto de “verdades” que más bien se ubican en la categoría jauretcheana de zonceras resulta central para potenciarla.

La desmalvinización resulta un eslabón en la cadena que nos somete a ser un país subordinado a las potencias. El encadenamiento encuentra el entrelazamiento: país semicolonial-ocupación colonial-dependencia-desmalvinización-desindustrialización-antimilitarismo-saqueo-desinterés demográfico y territorial-desocupación-pobreza-etc. De esta forma, desarticular la desmalvinización va de la mano con un proyecto nacional de emancipación. Hay que nacionalizar la cultura, y la economía. Es necesario nacionalizar la patria.

Si de la lectura del pasado, de nuestros valores, ideales y el análisis del presente emerge nuestro posicionamiento y accionar político, resulta central desarticular los pilares donde se asienta este discurso desmalvinizador (entre otras cosas), para tener una política profunda y acertada en torno a la recuperación de las islas irredentas. A 189 años de la ocupación colonial y a 40 años del último conflicto, arbitrar soluciones nacionales para la recuperación del territorio se revela urgente. Más aún cuando ese discurso ha penetrado no solo en los tradicionales sectores de la sociedad anglófila, sino también en otros que se reivindican parte de una tradición nacional (más allá que en muchos casos respondan estructuralmente más bien a otra). Así por ejemplo Malvinas constituye uno de los “hechos malditos” del progresismo, tan atento a la “última moda” y “abierto” en ciertas cuestiones, como con un profundo desconocimiento del entramado nacional y dogmático en “sus verdades”, antepone su esquema ideológico al anclaje del pensamiento en la realidad nacional, construyendo así un pensamiento (en la tradición iluminista), abstracto.

            Avancemos en desentrañar algunos de esos núcleos que no solo buscan separan Malvinas del sentimiento nacional, sino que también terminan alejando la recuperación de parte de nuestro territorio.

En primer lugar la reducción de la Causa Malvinas al último conflicto armado de 1982 durante la última dictadura cívico-militar, es decir quitarle la larga historia de lucha de nuestro pueblo contra el imperio británico y específicamente “olvidar” que la historia Malvinas viene de mucho más atrás en el tiempo, esa estrategia apunta a fortalecer la noción de un hecho destemplado, casi sin explicación (más allá del “manotazo de ahogado”, del cual nos encargamos a continuación), de esa dictadura. La descontextualización no es “buena consejera” para la comprensión.

Las raíces de la Causa entonces atraviesan nuestra historia, y son parte de la formación de la conciencia nacional. Basta tan solo hacer un poco de memoria y dar cuenta que esa invasión británica del 82, es la quinta (aunque algunos historiadores revelan todavía más intervenciones), que se dio a lo largo de nuestra historia en forma directa. Recordamos tanto el intento colonialista de las invasiones de 1806 y 1807, la ocupación de Malvinas en 1833, la intervención (conjuntamente con Francia), durante la Segunda Gobernación de Juan Manuel de Rosas en 1845, y la última que ya hicimos referencia. A estas intervenciones hay que sumar el avance indirecto sobre nuestro país (recordar el célebre Memorial de Castlereaght), transformándolo en una semi-colonia británica (salvo en el caso Malvinas, desde ya, que adquiere una forma directa), una estructura dependiente (tanto económica como cultural), una independencia formal y una dependencia real, tan perniciosa como en un orden colonial, pero de características que Scalabrini Ortíz bien sintetizó como “invisibles”. Otros hechos, aunque en sentido contrario, también son silenciados como la patriada de Rivero cuando la ocupación, el vuelo de Fitzgerald  del año 1964, o bien “Operativo Cóndor” dos años más tarde.

Otro puntal donde se asienta la desmalvinización es pensar la gesta por la soberanía como una “locura” de un militar “pasado de whisky”. Asimismo vinculado a esto último aparece la “guerra sin sentido” (a lo que se suma también la “disparidad” de fuerzas entre los países). Esta idea apunta a que las batallas por la soberanía nacional en contraposición a las potencias colonialistas se enmarcan en lo irracional. Se quita el largo entramado histórico vinculado a Malvinas y solo queda como un arrebato de un “loco”. Vale remarcar también que toda guerra anti-colonialista está marcada por la disparidad de fuerzas, valdría preguntarse, por ejemplo, por la mentalidad diametralmente opuesta de nuestros libertadores.

También aparece la noción del engaño al pueblo. Del apuntalamiento de una postura demagógica, populista si se quiere en un término actual. Estas teorías siempre piensan al pueblo en “minoría de edad”, necesitado de “tutelaje”, lo observan como ignorante que es engañado por cualquier político/militar/comunicador, siempre como sujeto pasivo de la historia, etc. Al contrario, consideramos que el pueblo argentino (y latinoamericano), entendió la guerra tal cual fue: una combate anti-colonialista, de ahí el apoyo a la misma (más nunca a la dictadura genocida). Los pueblos consideran que hay causas y guerras justas, por las cuales vale la pena luchar e injustas, las que no lo valen. Basta recordar en este sentido el enfrentamiento a la guerra de la Triple Alianza por parte de las provincias interiores de nuestro país al considerarla un enfrentamiento fratricida, diferente a la lucha por la emancipación, por tomar un ejemplo.

Otra cuestión nodal en esta discursividad es la idea tan difundida de “los chicos de la guerra”. Esto resulta una subestimación a quienes combatieron por la soberanía en el Atlántico Sur contra la OTAN. También pone en condición de “minoría” a los combatientes, se los corre de su entidad de sujetos, para transformarlos en objeto de otro/s. Trastoca el acto patriótico de entrega enmarcada clásicamente bajo la figura del héroe en la contra-figura de la víctima (llama la atención que en la lucha por “otras causas” no se destaca esa condición chico/víctima). Esos combatientes son transformados en víctimas de múltiples padecimientos: frío, hambre, etc., al mismo tiempo que se los construye como parte de las víctimas de los genocidas. Evidentemente ninguna guerra transcurre en el confort, y también hay un gran ausente (como en todo este dispositivo): los ingleses. Quizás resulta evidente, sin embargo lo ponemos de relevancia: quienes combatieron en Malvinas no fueron asesinados por los militares argentinos, sino por los ingleses.

Esta última idea viene atada a que quienes combatieron lo hicieron en función de la perpetuación de la última dictadura en el poder, ya que ésta la pensó como un “manotazo de ahogado”. Más allá que el triunfo en Malvinas, como marca Spilimbergo, hubiese agudizado las contradicciones, hay algo que resulta más evidente: los combatientes no fueron a Malvinas a luchar por la Dictadura, sino que lo hicieron por nuestra soberanía.

Es necesario también enmarcar la cuestión desde la distinción entre el nacionalismo de un país opresor, imperialista de características expansivas, no hace falta recordar la historia colonialista de Inglaterra; en contraposición a uno de un país oprimido, dependiente (en nuestro caso una semi-colonia con una porción de su territorio colonizada directamente), de naturaleza defensiva. Se trata de una reivindicación nacional de naturaleza anti-colonialista, enfrentada al imperialismo anglosajón. Este es el enfrentamiento principal, pese a quien le pese, que se da en la Batalla del Atlántico Sur, así lo reconocieron mayormente los países del Tercer Mundo, y en especial Nuestra América, el caso de la Cuba de Fidel Castro o la Nicaragua sandinista, por ejemplo, resultan emblemáticos en este sentido.

Podríamos continuar enumerando varias cuestiones más vinculadas a nuestra problemática, pero pensamos que con lo expuesto basta para sintetizar lo pernicioso y los objetivos de la desmalvinización. Ésta evidentemente obtura (y tergiversa) la compresión de la Causa Malvinas, va unidad a la anglofilia, y a la auto-denigración de lo nacional. Quedan bajo un manto de sombra y ocultas diversas cuestiones como el rol del colonialismo, el papel de Inglaterra (y la OTAN), los crímenes de guerra cometidos, la enorme presión de los intereses económicos británicos para el estallido de la guerra, la negación por parte de Inglaterra de una salida negociada, que Malvinas no involucra solo las Islas sino los espacios marítimos, las enormes riquezas y la proyección antártica, también nos impide tener una política certera en el presente en torno a la recuperación ponderando la suramericanización de la Causa y por qué no pensar estrategias en torno a los recursos (actuando como uno de los puntales donde asentar la unidad de la Patria Grande), como asimismo encareciendo los costos de la ocupación y dificultando la misma, y más aún volviendo a poner en primer lugar un proyecto nacional de industrialización y recuperación del rol de las Fuerzas Armadas en un país dependiente, etc. No obstante, a pesar de desmalvinización, la Causa Malvinas continuó vigente en el pueblo argentino a lo largo de estos 40 años, y seguirá permaneciendo hasta la definitiva recuperación.

Si entendemos como marca el VGM Fernando Cangiano que el objetivo de la desmalvinización es “deslegitimar la guerra contra el imperialismo inglés por la vía de sembrar indignidad y deshonra en todo lo que tenga que ver con Malvinas (…) impedir que esa reivindicación (…) se convierta en una consigna que galvanice voluntades opuestas a la entrega nacional”, podemos reflexionar sobre su contra-cara en el contexto actual, en tanto pensar Malvinas como  uno de los pilares desde donde asentar el comienzo de la recuperación nacional, que como entendieron los VGM al finalizar la contienda vendrá de la mano de América Latina.        

 

 

*Sociólogo (UBA). Dr. en Comunicación Social (UNLP). Mg. en Metodología de la Investigación (UNLa). Profesor de Sociología (UBA). Docente de grado y posgrado. Autor de “La FORJA del nacionalismo popular”, “Volver a las fuentes. Apuntes para una historia y sociología en perspectiva nacional”, “La brasa ardiente contra la cuádruple infamia. Los levantamientos de los pueblos de las provincias interiores contra la Guerra del Paraguay”, “Nación, Fuerzas Armadas y dependencia”, y de más de doscientos artículos acerca de Pensamiento Nacional-Latinoamericano e Historia Argentina.

El siguiente espacio busca realizar aportes a la construcción de una sociología e historia en clave nacional-popular y Latinoamericana, que contribuya a la liberación nacional

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