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La rebelión de las provincias interiores contra los designios de Su Majestad

Por Juan Godoy
 

El 1° de marzo de 1870 cae asesinado el Mariscal Solano López defendiendo la soberanía y dignidad del pueblo paraguayo. Era el final de la Guerra contra el Paraguay. En este artículo, el autor recorre (desde una mirada de la Patria Grande), la contra-cara del fratricidio, a saber: los levantamientos de las provincias interiores contra la infame guerra.

“Después de rechazar la confraternidad americana tan anhelada por las aspiraciones argentinas, el porvenir Americano, han celebrado la Triple Alianza, el asesinato político más villano (…) para llevar la conquista y la esclavitud a la vecina República Paraguaya (…) ¡Ciudadanos! la Patria Argentina moribunda, objeto de ludibrio y vefa (sic), bajo el látigo de sus amos, la autonomía Paraguaya en peligro, interrogan vuestra conciencia atribulada, vuestra alma llena de luto, las honrosas cicatrices de vuestra frente. Contestad con la mano puesta sobre las llagas de la Patria. Repetidles el pasado fúnebre y bárbaro de ese partido. El martirologio sangriento de las Provincias. Que desde el fondo de vuestros hogares habéis escuchado con muda indignación el lastimero grito del hermano mezclarse al enfurecido aullido de sus verdugos”. Manifiesto a los Pueblos Argentinos y Republicas Americanas, 1868.

    Luis Alberto de Herrera decía que “la patria es la tradición dando cosechas”. Partiendo de esta noción, si revisamos el pasado de los países de nuestro continente, y más aún de la parte sur del mismo, se puede observar que fundamentalmente a partir de la “irrupción de América en la historia” como sintetiza Amelia Podetti, nacimos de una historia en común tejiendo tradiciones y lazos compartidos dando lugar a una identidad compartida. Esta idea que parte del pasado, se proyecta hacia el futuro como clave en la resolución de las nuestras problemáticas. Así, en la unidad de la Patria Grande se entrelazan pasado, presente y porvenir. 
Resulta claro asimismo que el papel de Gran Bretaña, sobre todo desde comienzos del siglo XIX, actuó determinadamente como obstáculo a esa integración, al mismo tiempo que tuvo una acción “balcanizadora” sobre la misma. Desunidos y disgregados, nacemos como “patrias chicas”, dominados bajo el yugo de hilos invisibles. No obstante, la tensión y lucha entre proyectos políticos que abogan por la integración y los que lo hacen con la marca de la dependencia semi-colonial recorre nuestra existencia. En este marco, en este artículo buscamos indagar en uno de los momentos que se manifiesta crudamente este enfrentamiento, referimos a la guerra contra el Paraguay que Alberdi clasificó como infame. 
   Recordamos que la guerra estalla durante el gobierno de Bartolomé Mitre, formal y específicamente en 1865. Mitre pensaba una “guerra corta”, gritaba que en tres meses se llegaría a Asunción, sin embargo los cálculos del entonces Presidente en su arenga resultaron erróneos, pues la guerra consumió lo que quedaba de su gobierno, y los dos primeros años de su sucesor: Domingo F. Sarmiento. Recordamos que la guerra se trata de una alianza entre la oligarquía argentina, uruguaya y el imperio de Brasil. Destacamos aquí (más adelante desarrollamos esta idea), y ponemos luz sobre el actor que se mueve pero que permanece oculto a pesar de ser el verdadero artífice y beneficiario del conflicto: Gran Bretaña. 
El entramado que lleva a la guerra resulta complejo, teniendo en cuenta dónde queremos poner el foco en estas líneas, cabe mencionar que Paraguay por entonces era fruto de la definición de un modelo de desarrollo que llevaba prácticamente medio siglo. Se trata de una política que define Gaspar Rodríguez de Francia, que es continuada (luego de su muerte en 1840), por Carlos Antonio López primero y (luego de su muerte en 1862), por su hijo Francisco Solano López. Este modelo lleva a que Paraguay sea el país más desarrollado del cono sur al momento de estallar la guerra. 
Sintetizando algunas de las medidas y características observamos que el gobierno toma un rol fuerte y activo de intervención en la economía. De esta forma, la mayor parte de la tierra se encuentra administrada por el mismo y repartida equitativamente a través de lo que se llamó “estancias de la Patria”, se dictan también medidas de protección de la manufactura local, sancionando los aumentos de precio desmedidos, se desarrolla una industria metalúrgica en Ybicuí con altos hornos de acero con los cuales se fabrican desde armas para la defensa (en este sentido también se funda un arsenal en Asunción y se produce pólvora), hasta elementos para la producción, hacia 1861 se instala el primer ferrocarril y también se crea la primera línea telegráfica, da nacimiento a una importante marina marcante con más de sesenta embarcaciones, el gobierno cuenta con el control monopólico de industrias que resultan nodales como el tabaco y la yerba mate, en materia educativa se sanciona una ley en 1828 (vale destacar: muy tempranamente), que garantiza la enseñanza gratuita y obligatoria hasta los 14 años, se funda una importante biblioteca (el historiador Julio C. Chiavenato en su medular libro “el genocidio americano” asegura en base a diversos testimonios que se llega a eliminar el analfabetismo), por mencionar tan solo algunas cuestiones que dan cuenta del importante desarrollo. 
Es necesaria la interpretación para la comprensión. En la historia como en la política muchas veces las explicaciones no se encuentran en la superficie, sino por debajo de la misma o bien en la articulación de los hechos. Resulta evidente que este modelo de desarrollo en el medio del continente Suramericano no resultaba conveniente y contrariaba los intereses de las oligarquías de los países cercanos, al mismo tiempo que los de Gran Bretaña que resulta necesario destacar ese mismo año había perdido en el Norte de América el sur esclavista y algodonero (al cual ésta apoya), frente al norte industrialista, dejando a Su Majestad sin una materia prima esencial para el desarrollo de su industria textil: el algodón. Cabe mencionar que Gran Bretaña también procuró a lo largo de la historia impedir el desarrollo de los países del Sur de América. Paraguay representaba un “mal ejemplo” para la región, al mismo tiempo que funcionaba conteniendo la penetración imperialista. De modo que la inteligente diplomacia británica comenzó a tejer pacientemente la tela de araña que llevaría al conflicto armado más grande de la historia de Suramérica. 
Nos interesa enmarcar la cuestión en la interpretación de Alberdi acerca de la guerra como una “guerra civil”. El tucumano piensa que el enfrentamiento entre naciones es solo la superficie de algo más profundo, ya que realmente lo que se enfrentan son dos modelos para la parte Sur de América, el que pretende fortalecer la independencia económica a partir del desarrollo de las fuerzas productivas propias de modo de poder tener mayores márgenes de soberanía política, defendiendo la cultura nacional y con la integración de todos los sectores sociales, contra un modelo que piensa en los márgenes de las “patrias chicas”, dependientes y productora de materias primas. Por su parte, José María Rosa en su excelente libro sobre las montoneras y la Guerra contra el Paraguay pone de relieve que la guerra es la parte final del drama que se inicia con Caseros.
Gran Bretaña impulsa y da la posibilidad de sostener el conflicto a lo largo de cinco años, ya que en esos años, como documenta el especialista en la guerra León Pomer, llegan a los tres países de la alianza más de sesenta millones de libras esterlinas fundamentalmente a través de la Casa Baring Brothers y Rothschild. Al finalizar la guerra los países de la alianza quedarán fuertemente endeudados.
Pero esta historia iba a tener un actor que probablemente quienes llevaron a la misma no esperaban: la resistencia de los pueblos de las provincias, la reaparición de la montonera y el renacimiento de la conciencia de la Patria Grande. Paradójicamente hablar de la Guerra contra el Paraguay resulta por un lado referirse al fratricidio, pero al mismo tiempo de hermandad. Esto viene dado por la dualidad que presenta la misma, y el punto de vista desde la cual se analiza, ya que por un lado tenemos la postura de las elites, y por el otro la de los pueblos. El pensador nacional Juan José Hernández Arregui hizo referencia a una doble identidad en nuestro país, la de la elite aliada a alguna potencia colonialista, y la de los pueblos aferrados el suelo.
Al estallido de la guerra, algo comienza a tronar por lo bajo, y en poco tiempo la rebelión del interior comienza a extenderse como reguero de pólvora. Esos pueblos que recordaban que hasta hace poco el gobierno de Mitre avanzaba con su “guerra de policía” eliminando miles de gauchos, destruyendo las familias y los pueblos. Ese gobierno que planteaba un modelo librecambista que comenzó a imponerse en Caseros que destruía el tejido industrial que pacientemente Rosas con su Ley de Aduanas había recuperado de la época del virreinato. Esos pueblos, muchas veces tras la figura de algún caudillo, se levantan en montón, luchan por sus intereses, por un pueblo que mayormente consideran hermano, y contra un gobierno más interesado en seguir los designios de Su Majestad que de engrandecer la nación. Esos pueblos del Noroeste bajo la imagen de los degüellos o la aplicación del “cepo colombiano”, por parte de los Coroneles de Mitre, se sublevan.
Por su parte, el Litoral argentino está marcado por la cercanía con el Paraguay, así las fronteras son permeables, las historias de vida se entrecruzan, como asimismo encontramos una identidad cultural fuertemente hermanada que se puede observar en las comidas, los bailes, o bien en distintas regiones en el idioma guaraní. El Centro del país también se pliega a la rebelión. Ricardo Mercado Luna afirma que desde el interior la guerra resulta “incomprensible y absurda”. 
Veamos la situación más en concreto y con mayor profundidad. En ese Litoral que hacíamos referencia se hace fuerte la figura de Justo José de Urquiza, quien (al igual que en Caseros y Pavón), se mantiene fiel a sus propios intereses y bolsillo, coqueteando con pasar del lado paraguayo pero que finalmente termina defeccionando, jugando con el ejército aliado y aprovechando la situación para vender unos treinta mil caballos al imperio brasilero. En esa región, más específicamente en Entre Ríos, a poco de comenzar la guerra, el 3 de julio de 1865 se produce la sublevación en Basualdo de un contingente que está listo para ir a la guerra convocados por Urquiza. Se trata de unos tres mil hombres que se debandan. Allí Ricardo López Jordán escribe una carta incisiva en la que le dice a Urquiza: “usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca, general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos para pelear a porteños y brasileños. Estamos prontos. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú”. Refiere al bombardeo de la ciudad de Paysandú y la masacre sobre todo su pueblo que es un prolegómeno de la guerra. Pero no termina ahí la cuestión, ya que en Toledo, un continente de unos seis mil hombre se desbanda también gritando “mueras” a Mitre. No resulta casual entonces que Carriego escriba que “un triunfo oriental se recibe en Entre Ríos con serenatas. Los mueras contra Mitre y contra los salvajes unitarios no cesan un momento en Entre Ríos”.
En Corrientes también se producen sublevaciones, tantas que Mitre habla que la mitad del pueblo correntino estaba con el Paraguay. En otras regiones la situación es similar. Así en el caso de La Rioja Aurelio Zalazar y Carlos Ángel conjuntamente con un grupo de gauchos atacan y sublevan un contingente de unos doscientos cincuenta hombres en Catuna. En San Luis también se subleva un contingente a lo que el Gobernador Cabot ordena el fusilamiento de 97 compatriotas. En Córdoba 500 hombres se sublevan.
Continuemos analizando la situación en otras provincias. En Catamarca, un herrero escribe: “recibí del gobierno de la provincia de Catamarca la suma de cuarenta pesos bolivianos por la construcción de 200 grillos para los voluntarios catamarqueños que marchan a la guerra contra el Paraguay”. En Salta se subleva un contingente de doscientos hombres y en Santiago del Estero en el fuerte “La Viuda” uno de ochocientos.
   Son tantas las sublevaciones (Galasso afirma que Mitre enfrenta 85 asonadas, 27 sublevaciones de tropas y 43 motines), que el mitrismo recurre a dos estrategias: por un lado hacer luchar contra su pueblo a los paraguayos que son tomados prisioneros; y por el otro, recurrir a mercenarios europeos (muchos de los cuales en realidad llegan engañados).
Los levantamientos continúan y se replican unos tras otros. Tan así que el 9 de noviembre de 1866 comienza una sucesión de levantamientos que van a conocerse como la “revolución de los colorados”. La misma comienza en Mendoza a partir de la sublevación de doscientos ochenta hombres que liberan a Carlos Juan Rodríguez y a Emilio Castro Boedo, a los cuales se suma Juan de Dios Videla para liderar el estallido. En el mismo se encuentran caudillos importantes como por ejemplo Felipe Saa. Para febrero del año 67 se encuentran con el bando revolucionario las provincias de Mendoza, San Juan, La Rioja, San Luis y Catamarca. Esta revolución de entrelaza con el levantamiento del Quijote de los Andes: Felipe Varela, probablemente el caudillo que mayor dimensión tomó en la oposición al mitrismo y a la guerra contra el Paraguay, acompañado de una visión claramente enmarcada en la “Patria Grande”. El mismo apunta a sumar a los pueblos de otros países como Bolivia, Chile y del mismo Paraguay.
Se puede observar la profundidad del mismo cuando el 6 de diciembre de 1866 una primera proclama revolucionaria que dice: “COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS!... ¡es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos Argentinos”. ¡ATRÁS los usurpadores de las rentas y los derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente! ¡Abajo los traidores a la patria! ¡SOLDADOS FEDERALES unión de las demás Repúblicas Americanas”. O bien, el 1º de enero de 1868 cuando escribe en otra: “¡VIVA LA UNIÓN AMERICANA!. una idea enteramente nueva en la sociedad Sudamericana, la de la alianza de sus poderes democrático , porque ella es el escudo de la garantía de su orden social, de sus derechos adquiridos con su sangre. Hay un gran principio social innegable que dice: LA UNIÓN HACE LA FUERZA”. 
Nacen también en esos años, por la guerra y otras agresiones colonialistas, las Sociedades de Unión Americana que pugnaban por retomar los lazos de integración de la Patria Grande contra las potencias colonialistas.
El mitrismo se preocupa fuertemente, tan así que desmoviliza cuatro mil quinientos soldados que están en Paraguay para ayudar a sofocar la insurrección provincial. Asimismo el Cónsul británico ofrece su ayuda a Mitre en una entrevista con el Ministro de Relaciones Exteriores Rufino Elizalde. En Abril del 67 la montonera sufre dos derrotas importantes, y a pesar que en Octubre Varela penetra en la Ciudad de Salta, dura poco, y debe exiliarse. Hacia el final de su gobierno el mitrismo retoma el control del interior, y le quedará la finalización de la guerra a Sarmiento. 
Los números de la guerra dejan de lado cualquier especulación. De una población de menos de un millón de personas al finalizar la guerra quedan en Paraguay tan solo 194 mil habitantes, de los cuales solo 14 mil son hombres (y un 70 por ciento de éstos tenían menos de diez años), el resto son mujeres. Se trata de más del 75 por ciento de la población masacrada. 
El Mariscal López había querido evitar más derramamiento de sangre haciendo un llamado a la paz, pero tanto cuando lo hace en Yataití Corá, como luego, no se llega a un acuerdo. Los aliados y el imperialismo británico no quieren la paz, pretenden destruir, humillar al Paraguay e imponerle condiciones que no resultan aceptables. Así, el camino se cierra sobre el Mariscal y un puñado de patriotas, el cual va a encontrar la muerte a manos de los invasores de su tierra, cuando herido de gravedad lo intiman a que se entregue, pero no lo hace y lanza una frase que pasará a la historia: “muero con mi Patria”. Le sigue la intimación de rendición a su hijo “panchito” a lo que contesta que “¡un Coronel Paraguayo no se rinde!”, y cae asesinado. Se encuentra allí su compañera: Elisa Lynch, quien cava con sus manos la tumba de ambos. Era el 1° de marzo de 1870. Pepe Rosa anota: “entre el estrépito de triunfo de los vencedores que festejaban su definitiva victoria, Elisa reza su sencilla oración despidiendo a su compañero y a su hijo. La noche se ha puesto sobre las tremendas escenas de la tarde, y un farol mortecino, llevado por un niño de nueve años, es la única luz que alumbra el sepelio del gran Mariscal. La guerra del Paraguay ha terminado”. 

 

El siguiente espacio busca realizar aportes a la construcción de una sociología e historia en clave nacional-popular y Latinoamericana, que contribuya a la liberación nacional

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