"La desmalvinización es un eslabón más de la cadena que nos subordina a las potencias imperialistas"
El sociólogo Juan Godoy, conversó con AGENCIA PACO URONDO y reflexionó sobre el reclamo histórico de la Argentina por recuperar la soberanía de las islas Malvinas, el el marco de un nuevo aniversario del hundimiento del Crucero General Belgrano. “De esta forma, parafraseando a Cooke, decimos que La Causa Malvinas, y más aún la gesta del 82 constituye uno de los ´hechos malditos del progresismo´, ya que en su matriz de pensamiento resulta intolerable esa reivindicación nacional".
Por Santiago Asorey
El sociólogo Juan Godoy, conversó con AGENCIA PACO URONDO y reflexionó sobre el reclamo histórico de la Argentina por recuperar la soberanía de las islas Malvinas. "Uno puede ver la historia argentina como una larga lucha contra el imperialismo británico, al menos, desde el rechazo a las invasiones inglesas en 1806 y 1807, la lucha de un puñado de gauchos patriotas (liderados por Rivero), contra la usurpación colonial de 1833, el enfrentamiento patriótico en 1845 bajo la conducción de Rosas en la Vuelta de Obligado, el 17 de Octubre de 1945 y la Revolución nacional peronista que al fin y al cabo es una revolución contra esa ´dominación invisible´ británica en nuestro país, el operativo Cóndor del 66, y desde ya la gesta del 82 por nombrar algunos hitos de esa larga lucha. Descontextualizar el 82 obtura la comprensión de lo que despertó esa batalla por el Atlántico Sur".
APU: En un articulo reciente usted menciona a Malvinas como el hecho maldito del progresismo. ¿A que se refiere?
JG: Esquemáticamente, para sintetizar, podemos pensar en dos grandes matrices de pensamiento para abordar nuestra realidad. Por un lado un esquema de pensamiento que parte de nuestra realidad y construye un corpus de ideas situadas, a los problemas de la patria los enfrenta desde un criterio nacional, poniendo en el centro la dependencia y las grandes problemáticas nacionales, se trata de una corriente de pensamiento nacional-latinoamericana. Por otro lado, tenemos otro esquema desde donde analizar la realidad que se basa en una forma de abordar los problemas nacionales en base a la importación acrítica de ideas desarrolladas en otro contexto geográfico y/o histórico, se parte de un ideal abstracto que se procura aplicar a una realidad concreta, hace a un lado a la cultura nacional, siempre tiene una importante “dosis” de eurocentrismo, este corpus de ideas se enmarca dentro del iluminismo y como tal aparece como un marco que no observa la problemática de dependencia, sino más bien todo lo contrario, aparece como una ideología de la dependencia, podemos sintetizar esta matriz como el pensamiento colonial. ¿Dónde enmarcamos al progresismo? En esta segunda tradición de pensamiento. De esta forma, parafraseando a Cooke, decimos que la causa Malvinas, y más aún la gesta del 82 constituye uno de los “hechos malditos del progresismo”, ya que en su matriz de pensamiento resulta intolerable esa reivindicación nacional. La construcción de su pensamiento lleva a negar la gesta heroica por lo que la transfigura en una extensión del accionar de la dictadura genocida. Así para el progresimo no hay una lucha anti-colonialista contra el imperialismo inglés (así incluso la entendió en su momento Fidel Castro o el sandinismo, por poner dos casos en las antípodas de los genocidas), sino hay otras víctimas de la dictadura (tampoco hay héroes, sino que hay “chicos de la guerra”, cabe destacar que esta noción quita la posibilidad de pensarlos como sujetos -un chico aparece como alguien a tutelar- solo queda el relato de las penurias). Al fin y al cabo, la desmalvinización es fruto de la colonización pedagógica. De ahí que se haya rodeado a la causa Malvinas de un conjunto de “verdades absolutas” que podemos enmarcarlas en la noción jauretcheana de zonceras. Por último, decíamos que también había otros “hechos malditos” en el pensamiento progresista como puede ser el anti-militarismo abstracto, la figura de Perón (que suelen contraponerla a la de Evita), el modelo sindical argentino y los sindicatos, las creencias religiosas de las mayorías populares latinoamericanas, etc.
APU: ¿Cual es el problema de una lectura que reduce el conflicto a un manotazo de ahogado de la dictadura genocida?
JG: Lo primero que deberíamos remarcar en este punto es que esa es una visión que no se corresponde con la realidad. El entramado de acontecimientos que llevan a la guerra son mucho más complejos que esa mirada reduccionista. Lo problemático de esa visión es que deja de lado que Malvinas, la lucha por su recuperación, y el enfrentamiento de nuestro país al imperialismo británico tiene una larga historia que hunde sus raíces en la construcción de nuestra nacionalidad, uno puede ver la historia argentina como una larga lucha contra el imperialismo británico, al menos, desde el rechazo a las invasiones inglesas en 1806 y 1807, la lucha de un puñado de gauchos patriotas (liderados por Rivero), contra la usurpación colonial de 1833, el enfrentamiento patriótico en 1845 bajo la conducción de Rosas en la Vuelta de Obligado, el 17 de Octubre de 1945 y la revolución nacional peronista que al fin y al cabo es una revolución contra esa “dominación invisible” británica en nuestro país, el operativo Cóndor del 66, y desde ya la gesta del 82 por nombrar algunos hitos de esa “larga lucha”. Descontextualizar el 82 obtura la comprensión de lo que despertó esa batalla por el Atlántico Sur, lo que despertó en el pueblo argentino que rápidamente supo distinguir el enfrentamiento principal que era contra el imperialismo inglés y se lanzó masivamente en apoyo a la gesta (en contraposición a la intelectualidad europeizante, sectores de la clase política y de la oligarquía subordinados a Gran Bretaña), más nunca de la dictadura genocida (el análisis de las movilizaciones, los cánticos en las mismas da cuenta de esta situación). Malvinas es un resplandor en medio de la oscuridad. Asimismo el apoyo que despertó en nuestra América, reviviendo el espíritu de nuestro grandes libertadores, y sentando “nuevamente” las bases para una integración que no casualmente comienza luego de la guerra. Incluso Malvinas sigue despertando la conciencia nacional aún hoy, quizás sea una de las pocas o la única gran causa nacional que nos une como nación, de ahí que no sea casualidad que la desmalvinización quiera reducirlo al “manotazo de ahogado” de la dictadura, y extirparlo de la conciencia de nuestro pueblo que es quien a lo largo de estos años sostuvo viva la llama malvinera. En Malvinas tenemos un pilar fundamental para la reconstrucción nacional.
APU: ¿La decisión de no hacer hincapié en Thatcher y si en la dictadura genocida en el conflicto bélico del 82 es parte del proceso desmalivinización?
JG: Claro, desde ya. Primero me parece necesario definir someramente qué entendemos por desmalvinización. La podemos definir rápidamente como la adopción del marco del pensamiento colonial para abordar Malvinas, se trata de asumir la visión del enemigo o bien que sirve a sus intereses. Ahora sí, como vos decís en la pregunta, la desmalvinización apunta “todos los reflectores” hacia el tipo de gobierno argentino, es decir a la dictadura cívico-militar genocida (lo que está fuera de discusión, desde ya, para nosotros y para el pueblo argentino que repudia el Terrorismo de Estado). Entonces nos encontramos discutiendo ese punto, y no la ocupación colonial ni tampoco la lucha por la soberanía nacional. El gran ausente en el análisis de la desmalvinización es el imperialismo británico, y asociado a este gran ausente, también se desdibuja la lucha por la soberanía nacional (en este marco la figura de Thatcher aparece velada, como también lo están los crímenes de guerra británicos, los grupos de presión del imperio, etc.). En este sentido, hay también una cuestión que muchas veces “viene de la mano” con este análisis, y que aparece como “siniestra” que es que quienes fueron a luchar por la soberanía se los pone como que fueron a luchar (engañados o no, obligados o no), por la perpetuación de la dictadura. Vale resaltar que la propaganda británica adoptada por la desmalvinización analiza el conflicto como el enfrentamiento entre la democracia (inglesa), y la dictadura en nuestro país. Romper esa visión implica observarlo como una lucha anti-colonialista, parte de la larga lucha del pueblo argentino contra el imperialismo inglés. Si vemos a la desmalvinización como un eslabón más de la cadena que nos subordina a las potencias imperialistas (donde aparece la realidad semi-colonial, la ocupación colonial, la desindustrialización, el anti-militarismo abstracto, la desocupación, la pobreza, la miseria, etc.), su desarticulación debe venir acompañada de un proyecto nacional de emancipación que nacionalice tanto la economía como la cultura.
APU: En este contexto del mundo en guerra, uno no puede dejar de leer la presencia militar inglesa en alianza con Estados Unidos. ¿Argentina debería releer su visión sobre el sistema de defensa nacional?
JG: La desmalvinización también vino de la mano con la destrucción del tejido industrial y de las Fuerzas Armadas que en nuestro país es en gran medida hablar de las dos caras de una misma moneda, ya que éstas fueron fundamentales en el impulso y dinamización del desarrollo industrial (recuerdo que Julio González define acertadamente a los Acuerdos de Madrid como “desocupación y hambre para los argentinos”). Por eso la destrucción de uno implica la destrucción del otro. Claro, y vale la aclaración, no queremos decir que todas las Fuerzas Armadas hayan cumplido siempre ese rol a lo largo de nuestra historia, ya que una de las vertientes ha cumplido más bien el rol contrario (las políticas de la última dictadura son una demostración profunda de una línea anti-nacional, anti-industrial y en función de un orden dependiente, no casual y lúcidamente Isabel Perón afirma cuando el golpe del 76 que no la venían a derrocar a ella sino a las chimeneas que construyó Perón). Podemos decir, para sintetizar que las Fuerzas Armadas en un país semi-colonial como el nuestro pueden cumplir el rol de discutir y romper la dependencia (la experiencia del peronismo es ejemplo de esto), o bien afianzar ese rol de subordinación a las potencias. Es evidente también que las potencias imperialistas quieren países sumisos sin posibilidad de defensa. Con la vuelta democrática no se ha delimitado claramente su rol y sus objetivos. El diseño y estructuración de una política de defensa nacional en este sentido estuvo ausente, y la institución militar fue perdiendo densidad (aunque en este último tiempo hay algunas medidas en el sentido contrario que es necesario destacar). No resulta casual entonces el ataque a una institución que a lo largo y ancho de América Latina está presente en prácticamente todas las revoluciones nacionales, no resulta casual tampoco porque es una institución que también puede generar cohesión y la internalización de un conjunto de valores en función de la conciencia nacional, de la ruptura del orden dependiente y el fortalecimiento de la comunidad nacional. En este marco, es necesario recuperar esa tradición nacional que hunde sus raíces en nuestra historia, ya que podemos afirmar que sin Fuerzas Armadas no hay Nación. Al mismo tiempo, es necesario restablecer los lazos que unen a nuestra institución militar con el pueblo, del cual se nutre y a la vez es parte. Ahora bien, para definir el rol de las Fuerzas Armadas se hace necesario primero definir un proyecto de nación, no casualmente Jauretche decía algo así como que “sin política nacional no había ejército nacional y viceversa”.
APU: Además de Malvinas, la Patagonia es un territorio con baja densidad poblada y y donde tenemos la frontera más extensa de Latinoamérica con Chile. ¿Qué abordaje propone sobre esta situación en materia de defensa nacional?
JG: Si observamos detenidamente la situación de nuestro país, el establecimiento de una política nacional que contenga una profunda política en materia de defensa nacional se revela como urgente. Rápidamente podemos mencionar nuestra condición semi-colonial, el extenso territorio, una larga plataforma continental, la enorme cantidad de recursos que tenemos en nuestro Atlántico y en nuestros ríos, como asimismo en nuestra tierra y subsuelo, la proyección sobre la Antártida y la avidez imperialista por nuestro sector, la escasa densidad poblacional que mencionás en regiones de nuestro país, la muy poderosa base de la OTAN en la parte de nuestro territorio ocupada ilegal y colonialmente, el peso del endeudamiento eterno, la extranjerización de nuestra economía y nuestra estructura económica dependiente, el apetito imperialista por nuestros recursos, siempre acompañado por el territorial, el fomento de la estrategia balcanizadora de nuestro país. De ahí como decíamos que sea urgente la definición de una política de defensa nacional que pensamos debe hundir sus raíces en la tradición que había retomado e institucionalizado Perón, la conocida: “nación en armas” (Perón redefine y tamiza con la realidad nacional esta noción en el famoso discurso del 44 en la cátedra de Defensa Nacional en la UNLP).
Pensar la defensa nacional en términos integrales. Esa definición de una política de defensa nacional, como decíamos, debe ser enmarcada un proyecto nacional que contenga también, entre otras cuestiones, una política económica en función de la industrialización, el trabajo y la ruptura de la dependencia, demográfica que nos permita fortalecer la densidad poblacional, sobre todo en las regiones que hacíamos referencia, una política internacional en la senda nacional, implica la noción de justicia social ya que los sectores que estén integrados a la Patria son quienes van a estar dispuestos a la defensa, el avance en la nacionalización de la cultura, una obra educativa nacional profunda, una política de integración con América Latina, y vale resaltar para que en el caso específico de Chile resulta nodal el establecimiento de un marco de unidad en torno fundamentalmente a la Antártida, no resulta casual que Gran Bretaña siempre apuntó y apunte a la división argentino-chilena, en virtud de su interés, pero Perón ya había visto clara esta situación y plantea la senda de la unidad a través de acuerdos con el país hermano, como asimismo (retomando ideas y profundizándolas), el ABC y la noción de una Antártida Suramericana. La integración con Chile, desde ya, es parte de una integración más amplia de la Patria Grande. El mismo Perón decía algo así como que a la política de dividir para reinar, nosotros debemos oponerle la de unirnos para emanciparnos. En síntesis, es necesario pensar una política de defensa nacional, parte de un proyecto nacional, que sirva como puntal en la industrialización y la cohesión nacional, al mismo tiempo que integre a todos los sectores de la sociedad, ya que la política defensa nacional no puede ser una cuestión exclusivamente de militares, sino que debe involucrar a la sociedad toda. Pienso que resulta urgente reconstruir un proyecto nacional en base fortalecimiento de los pilares de la comunidad organizada, en este marco las Fuerzas Armadas pueden cumplir un rol fundamental. Si no queremos que asistir en este siglo XXI a la desintegración nacional, es fundamental más temprano que tarde poner en marcha esta reconstrucción para que la emancipación definitiva de nuestra Patria.
Publicado originalmente en APU: