El nacionalismo popular boliviano y la afirmación de la conciencia nacional
Por Juan Godoy
El autor recorre las principales ideas del nacionalismo popular boliviano a través de una tríada de pensadores nacionales, mayormente ocultos u olvidados: Augusto Céspedes, Carlos Montenegro y Sergio Almaraz Paz.
“la dependencia colonial no sólo enajena los recursos naturales de los pueblos, sino que también les roba la memoria, de ahí la necesidad de reescribir la historia con una mirada propia, lo que conleva a refutar la escrita por quienes nos desprecian”. (Andrés Solíz Rada)
En una serie de artículos que comienza a escribir en 1910 que se compilan con el sugestivo título: “hacia una pedagogía nacional”, Franz Tamayo reclamaba la necesidad de romper con la auto-denigración de lo nacional, y desde allí impulsar la creación de un modelo de pensamiento propio, que no replique mecánicamente las ideas nacidas en el “viejo continente”, sino que apunte a que germine un “pensar en nacional”, un “pensar en boliviano”. No se trata de un rechazo liso y llano, sino que la advertencia se dirige más bien hacia su importación acrítica. Considera desmontar la penetración cultural que conforma una mentalidad colonial. Construir un pensamiento situado, un marco epistemológico que tome como punto de partida la realidad boliviana, que indague “en la energía constante e infatigable, en el trabajo de todos para todos, en la buena voluntad, en el calor del alma patria, en la fuerza y potencia de nuestra sangre”
En este sentido, Fermín Chávez consideraba que las imposiciones de la colonización pedagógica se rompen mayormente en la experiencia práctica. Así, esa situación que describía Tamayo en torno al “desconocimiento” de la realidad boliviana, a ese desencuentro con las raíces profundas del país, al enajenamiento de las elites intelectuales, va a sufrir un cimbronazo y a chocar fuertemente bajo las trincheras sedientas del Chaco en la guerra entre dos pueblos hermanos impulsada por el apetito imperialista a través de las compañías petroleras (norteamericana y británica: la Standard Oil y la Royal Dutch Shell).
La conocida y terrible Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-1935), va a cristalizar la miseria en la que vivía el pueblo boliviano, poner en cuestión la colonización pedagógica, al mismo tiempo que de la misma va a nacer el germen de un “pensar en boliviano” que políticamente da lugar al nacionalismo popular que lleva adelante un largo proceso revolucionario que transforma profundamente el país andino.
Lo que se pone en evidencia en la guerra en relación a Bolivia es que en pleno siglo XX el país vivía en la completa miseria, el pongaje y el colonato como formas de trabajo serviles entre las poblaciones pobres e indígenas. El alimento de los pueblos indígenas se basaba solamente maíz molido o lo que hicieran con el mismo. El hambre hacía estragos y para “anestesiarla” a la vez que encontrar fuerzas coquean. En tan cruda realidad solo el 8 % de la población campesina llegaba a los 60 años. Esa generación es la que va a combatir al Chaco por la codicia imperialista. Bolivia es dominada por la denominada “rosca minera” de Simón Patiño, Carlos Aramayo y Mauricio Hochschild. “Amos y señores” de Bolivia, En esa Bolivia las mayorías populares tenían vedado el derecho al sufragio, así los indios, cholos, trabajadores del campo y las minas no votaban, el 80% de la población estaba excluida del voto. Asimismo se observa la incompetencia de su mando, y la nula preparación de sus tropas, los oficiales bolivianos no hablaban con los soldados. Las tensiones y divisiones de la sociedad boliviana se trasladaron al campo de batalla.
No obstante, la guerra tiene una consecuencia no esperada, referimos a que de la misma se va a dar la conformación de una conciencia nacional boliviana, al mismo tiempo que una conciencia social, sobre todo en relación a la cuestión indígena. Algunos autores llaman a la generación que emerge de la guerra como “Generación del Chaco”. Vale destacar que también se cristaliza el accionar del imperialismo. En los campamentos de la guerra del Chaco se van forjando esas conciencias y la derrota en esos campos de batalla, con la pérdida del territorio serán factores claves que galvanicen al nacionalismo popular boliviano, que llevará a cabo un movimiento revolucionario.
Augusto Céspedes, es uno de los miembros de esta generación de pensadores que referimos. A través de su obra, sobre todo de la tríada con constituyen Metal del diablo, El Dictador suicida y El Presidente colgado, podemos comprender más profundamente una importante parte de la historia y realidad boliviana.
En este sentido, en Metal del diablo, Céspedes indaga en dos cuestiones centrales, por un lado la dependencia, y por el otro las problemáticas sociales. El pensador boliviano reconstruye la biografía de Simón Patiño, representante de la “roca minera” que domina Bolivia en un entretejido con los consorcios internacionales y los países imperialistas. Esa alianza es la que sostiene la dependencia y la postración social. Un país subordinado, expoliado, desigual y sumido en la miseria más profunda. A través de sumergirse en los socavones y barrios mineros devela la explotación de los trabajadores.
Esa suerte de oligarquía minera actúa a través de lo que denomina como Superestado minero, que destruye a Bolivia en función de su interés individual. Define a los “Barones del Estaño” con su pluma incisiva como “la trinidad de bebedores de la sangre boliviana con la bombilla de los consorcios internacionales”. Pone de relevancia el mecanismo de relojería del funcionamiento del orden semi-colonial, en tanto el ocultamiento y/o ignorancia de la problemática nacional. La colonización cultural resulta fundamental entonces. Y es esta última la que vertebra una mentalidad anti-boliviana, y el abordaje de los problemas a través de esquemas ajenos a la propia realidad.
Céspedes considera que de la Guerra del Chaco (a la que denomina como guerra estúpida), aparece el fermento nacional que derivará en la emergencia de un movimiento revolucionario, encontrando su primera expresión en Germán Busch (quien había luchado en el Chaco), síntesis de los sectores militares que comienzan a vertebrar una alianza con el pueblo en función de la emancipación nacional. Busch en el poder realiza una Convención Constituyente que tiene un fuerte componente popular, marcando un profundo quiebre con la elite tradicional que gobernaba Bolivia hasta entonces. Ante las críticas denigrantes a estos sectores sociales, Céspedes responde firmemente: “es preferible un parlamento boliviano formado por analfabetos, y no por cultos abogados de las empresas”.
Busch también procura disminuir el poder de la “rosca minera” y dicta un Código de Trabajo que establece derechos para los trabajadores, nacionaliza el banco minero, por mencionar algunas de sus medidas emblemáticas. Le imprime a su gobierno un contenido nacionalista y popular, sintetiza Céspedes la transformación: “hizo su aparición en las calles de La Paz una masa nueva, el embrión de la multitud consciente que años después formaría los grandes mítines del MNR, masa con un sentido autónomo de su destino, no sujeta a las normas idiotizantes de la oligarquía ni a las consignas fraudulentas del comunismo”.
No obstante, los sectores de la “rosca” no se quedan de brazos cruzados, sino que presionan fuertemente sobre el gobierno para continuar perpetuando sus privilegios. Finalmente Busch (según las teorías oficiales), se suicida, sin embargo la hipótesis que maneja nuestro autor es que se trata de un asesinato político. Céspedes ve a Busch como un gesto de afirmación nacional y un hito en el avance haca la liberación nacional.
Céspedes considera también que la “masacre de Catavi” (se trata de una feroz represión sobre los trabajadores mineros y sus familias), actuó como un factor central para el “despertar” de la conciencia nacional. La masacre cristaliza la realidad de los socavones mineros y el desprecio por los trabajadores bolivianos por parte de la elite. En este contexto emerge el movimiento revolucionario que catapulta al poder a Gualberto Villarroel el 20 de diciembre de 1943. Durante su gobierno se conforma la Federación Sindical de Trabajadores Mineros Bolivianos, se procura limitar a la “rosca minera”, y al latifundio.
Los barones del estaño, el Departamento de Estado norteamericano, la clase política tradicional de izquierda a derecha, se plantan contra este nacionalismo revolucionario. Villarroel termina arrojado desde la Casa de Gobierno y ahorcado en un farol de la Plaza Murillo. Céspedes considera que “la horrible figura del colgado, símbolo de la política rosco-pirista, se transfiguró en imagen de santo (…) ¡Ese es el pueblo del 9 de abril de 1952!”. Refiere a la Revolución del MNR liderada por Víctor Paz Estenssoro.
Carlos Montenegro es otro de los integrantes de esta generación que emergió en la posguerra del Chaco, agitando el despertar de la conciencia nacional. Con estrechos vínculos con la Argentina, con personajes diversos del mundo político y cultural, Piñeiro Iñíguez sostiene que es muy probable la influencia del pensador boliviano en el entonces Coronel Perón. Participa de la fundación de Razón de la Patria (RADEPA), y de los cimientos del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Mariano Baptista Gumucio sostiene acerca de Montenegro que la expresión de sus ideas y acción política “la condenación de por vida –y aún más allá de la muerte- de los gerentes de la cultura oficial boliviana, que le negaron condición de escritor y aún de historiador, relegándolo al papel de periodista y agitador político”.
Montenegro va a indagar en los orígenes del nacionalismo popular boliviano en las páginas de “Nacionalismo y Coloniaje” (1943), allí se expresa contra la auto-denigración de lo nacional y en función de revisar la historia y las categorías para el fortalecimiento de la conciencia nacional y la emancipación, en las primeras páginas afirma: “este libro aspira a restablecer la verdad del devenir boliviano, desconocida o falsificada por el pensar y sentir antibolivianista con que se concibe y se escribe una grande porción de la historia patria”. El autor piensa y lo expresa claramente en otro trabajo que “en una sociedad de raíces coloniales como la de América Latina, se ha educado una inclinación psicológica decidida hacia lo extranjero”. Escribe también un esbozo biográfico de Spruille Braden, como representante de el capital transnacional y el imperialismo.
Una de las temáticas centrales que aborda es pensador es la cuestión de la inversiones extranjeras en nuestro continente. Analiza el por qué de las llegada de esos capitales, fundamentalmente a partir del último cuarto del siglo XIX, observando que “el capital extranjero vino a la América Latina, teniendo por mira principal e inequívoca la explotación de las riquezas naturales. Los servicios públicos, los créditos, el comercio y las industrias de las naciones latinoamericanas. Sin este móvil concreto, y sin tal interés directo, ni habría venido ni tendría por qué venir”.
Su interés no se vincula entonces, como se manifiesta a través de los instrumentos culturales de colonización pedagógica, en el desarrollo de los países periféricos, sino que tienen como objeto cimentar la estructura económica dependiente y hacer drenar la riqueza al extranjero. Así, “su inversión responde exclusivamente al interés del país exportador del capital, y no al de la nación en que se invierte”. Al fin y al cabo el diseño de esa economía subordinada perpetúa la condición semi-colonial de nuestros países.
El último de los pensadores del nacionalismo popular boliviano que vamos a abordar aquí es Sergio Almaraz Paz, quien expresaba en la década del 60 que “Bolivia sigue siendo, desgraciadamente un país que se ignora a sí mismo”. A partir de esta idea dedica su vida a desentrañar la realidad del país fundamentalmente a través de dos grandes problemáticas, a saber: la minería y el petróleo. “El Poder y la Caída” (1967), “Petróleo en Bolivia” (1958), y “Requiem para una República” (1969, trabajo inconcluso), son sus libros centrales, y también resultan nodales para comprender Bolivia.
Afirma en relación a la necesidad de conocer la realidad dependiente, fundamentalmente a través de esas dos aristas que “mientras no sea examinada esta base de la realidad nacional, la historia y la política quedarán envueltas en una opaca niebla. Una conciencia nacional débil y evasiva, mortecina en sus expresiones, impide a los bolivianos responder ante su propia historia”. El camino que recorre Almaraz Paz lo enmarca en la tradición nacional ya que no busca en ideas ajenas la solución a las problemáticas nacionales, ni tampoco parte de un ideal abstracto para aplicar en una realidad concreta, sino que el recorrido es el opuesto, se trata de partir de la realidad para develar los resortes ocultos de la dependencia boliviana.
La minería ocupó un lugar central en la economía de Bolivia, Almaraz Paz considera que por la forma de explotación y de incorporación subordinada al mercado mundial a partir de la misma, se encuentra una de las claves de la postración del país semi-colonial. Nuestro autor corre el velo del accionar “invisible” de Gran Bretaña en ese diagrama económico. El estaño boliviano es parte del desarrollo industrial del país europeo.
De esta forma, la “rosca minera”, y Simón Patiño en particular son los representantes del interés británico en el altiplano. Los intereses de este último resultan los contrarios a los que necesita Bolivia. Afirma nuestro pensador: “Patiño representa el área británica de los negocios del estaño, la mayor del mundo (…) Incorporado en torrente sanguíneo del capital británico, era exponente de los intereses radicados en la Isla”. Al igual que Céspedes se sumerge en la vida de los mineros para develar la explotación que sufren. Sostiene que los “barones del estaño” se creen dueños de un país que desprecian.
La explotación minera en este esquema resulta perniciosa para Bolivia en tanto la afirma en el primitivismo económico. Hace énfasis en el sistema educativo que actúa en vinculación estrecha con el orden dependiente, argumentando que “quebrados por una educación vacía (no hay educación, lo que hay es sistema mecánico de enseñanza), sin sentido humano, sin contenido nacional”. Esa pedagogía colonial que impide la emergencia de una conciencia nacional, apunta también a la creación de una mentalidad derrotada y autodenigratoria de todo lo propio o local. Esta mentalidad comenzó a quebrase con el gobierno de Villarroel y la revolución posterior de abril de 1952 a la cual Almaraz Paz apoya.
Otra de las temáticas que aborda decíamos es el petróleo, explotación sobre la cual cuando él escribe hay escasos estudios profundos. En ese marco afirma que “cuanto más pronto se arme la conciencia nacional con los conocimientos necesarios para comprender la naturaleza de nuestro problema petrolero, tanto más fácil y naturalmente se encontrarán las soluciones adecuadas que aseguren el carácter nacional de la explotación de esta riqueza”.
Se lanza entonces a cubrir ese vacío. Recorre la historia de las principales empresas petroleras imperialistas, poniendo de relevancia la necesidad de generar una conciencia nacional petrolera que haga énfasis en la apropiación y explotación nacional de esa riqueza en función del desarrollo boliviano. En la defensa de la Patria, defender el petróleo es una de las cuestiones centrales.
Muestra asimismo que de la Guerra del Chaco comienza un camino de cristalización no solo de la dependencia y explotación de los trabajadores, sino también de esta necesidad de controlar los recursos como el petróleo. No resulta casual entonces que el nacionalismo popular que irrumpe en la política boliviana en las postrimerías de la guerra, haya tenido entre los ejes centrales su programática y realizaciones la nacionalización del petróleo.
A lo largo de estas líneas recorrimos a los principales exponentes del nacionalismo popular boliviano. Dimos cuenta a través de ellos por un lado de la riqueza del pensamiento germinado en Nuestra América, de la potencia de las ideas creativas que no le piden permiso a Europa para atreverse a pensar nuestra realidad, de un corpus teórico que mira esa realidad con ojos propios, que parte de la misma para comprender las grandes problemáticas. Y por otro lado, a través de estos pensadores observamos las causas de la subordinación y la importancia de la emergencia de una conciencia nacional para enfrentarla, ahora si bien vimos estas cuestiones en relación a Bolivia, muchas de esas historias e ideas aparecen en otros países de nuestro continente con su particularidades desde ya, lo cual nos demuestra que somos parte de una gran patria balcanizada, y que si en esa cuestión radica uno de los grandes dramas de nuestra historia, también se encuentra a partir de su reconstrucción el germen del futuro de nuestra Patria Grande.
Bibliografía
Almaraz Paz, Sergio. (1958). Petróleo en Bolivia. La Paz: Edit. Juventud.
Almaraz Paz, Sergio. (1969). Requiem para una república. Rep. en Almaraz Paz, Sergio. (2010). Obra Completa. La Paz: Plural Editores.
Almaraz Paz, Sergio. (1976). El poder y la caída. La Paz: Edit. “Los Amigos del Libro”.
Céspedes, Augusto. (1956). El dictador suicida. 40 años de historia de Bolivia. Santiago de Chile: Editorial universitaria.
Céspedes, Augusto. (1974). Metal del diablo. Buenos Aires: Eudeba.
Céspedes, Augusto. (1975). El presidente colgado. Buenos Aires: Eudeba.
Gumucio, Mariano Baptista. (1979). Montenegro: el desconocido. La Paz: Última Hora.
Montenegro, Carlos. (1943). Nacionalismo y coloniaje. Su expresión histórica en la Prensa de Bolivia. Buenos Aires: Ed. Autonomía.
Montenegro, Carlos. Las inversiones extranjeras en América Latina. Buenos Aires: Coyoacán.
Piñeiro Iñíguez, Carlos. (2004). Desde el corazón de América. El pensamiento boliviano en el siglo XX. La Paz: Plural.
Solíz Rada, Andrés. (2013). La luz en el túnel. Las lides ideológicas de la izquierda nacional boliviana. Buenos Aires: Publicaciones del Sur.
Tamayo, Franz. (1979 [1910]). Creación de la pedagogía nacional. En Obra escogida. Caracas: Biblioteca Ayacucho.