El Macrismo y la “vieja zoncera” de la apertura de importaciones Por Juan Godoy*
“Librecambio y proteccionismo son en nuestro medio mucho más que dos doctrinas económicas, como sucede en el hemisferio norte, son dos culturas antagónicas. Puerto, libre comercio, autodenigración, oligarquía subsidiaria del imperio, economistas apátridas, golpes militares. La otra: patria, pueblo, industria, conciencia nacional, justicia social”. (Salvador Ferla)
A más de un año de gobierno, se revela evidente que la Alianza Cambiemos se esfuerza para invertir su lema de campaña, y que el pueblo argentino viva cada día un poco peor. Los números en materia económica son claramente negativos para el sector del trabajo, y la soberanía nacional, no así claro para la oligarquía argentina y los intereses foráneos en nuestro país para los que son más que positivos. No hay que ser un analista avezado para dar cuenta que la política llevada adelante por el gobierno tiene los resultados deseados, en el sentido de la pérdida de puestos de trabajo, la mayor pobreza, exclusión, cierre de fábricas, comercios, pérdida del poder adquisitivo, etc. No son consecuencias no deseadas, pues en este esquema de gobierno hay sectores, aunque minoritarios, claramente beneficiados. Es el gobierno de los que “no trabajan” o vivieron toda su vida del “trabajo ajeno” para su propia clase.
La política llevada a cabo por el macrismo, es lo que Rodolfo Walsh definió como una política de “miseria planificada” que comenzó a perfilarse en el 55, y se profundizó en el 76 y los años 90, con el interregno de la “vuelta a una política nacional” de los gobiernos de Cámpora y Perón, y los últimos años de las administraciones kirchneristas. En esta lógica se enmarca la política de apertura de importaciones acelerada.
Desde que asumió el gobierno en diciembre de 2015, viene implementando una política de persecución a la producción nacional. Tempranamente comenzó con la rebaja o la eliminación total de los aranceles a la importación, el incremento de las facilidades para importar, a lo que se suma el “excel” a medida de las empresas eléctricas que subió descomunalmente los precios de los servicios, haciendo inviable que muchas fábricas (y también comercios), continúen sus actividades, dejando cientos de miles de desocupados, sin olvidar la política de endeudamiento y valorización financiera.
Esta política de “apertura de importaciones” sigue su curso y se profundiza mes a mes. Basta leer los periódicos de las últimas semanas y observar: “denuncian 4 mil empleos perdidos en la industria del calzado” por la importación de Brasil y China; “Banghó, primera víctima de la quita de arancel a la importación de computadoras”,dejando cientos de despidos; “Las importaciones "obligaron" al cierre de la fábrica de llantas "Mefro Wheels", única fábrica en el rubro que quedaba en pie en nuestro país; “La avalancha de importaciones destruyó miles de empleos en la industria textil”; “El mapa de la destrucción del empleo metalúrgico por las importaciones”, en el caso metalúrgico los despidos se cuentan por miles; “La apertura de importaciones amenaza con colapsar la industria nacional”, y podríamos seguir llenando hojas con noticias similares. La situación no deja lugar a dudas acerca de la existencia de una política de destrucción del tejido industrial.
La “apertura de importaciones” para la “baja de precios” y “la valorización del poder adquisitivo” de los trabajadores la consideramos como una “vieja zoncera”, en tanto la definición de Arturo Jauretche como principios introducidos desde que somos pequeños (y también cuando somos adultos), que tiene como finalidad que no se conforme un “pensar en nacional”, en fin que no se consolide un pensamiento anclado en los intereses nacionales, que son los intereses populares. No nos referimos aquí entonces a los sectores que defienden esta política económica sabiendo los beneficios para la minoría que se enriquece con el trabajo del otro. Fácilmente: mayor importación, mayor desempleo, destrucción del “tejido industrial”, menores derechos laborales, mayor precarización, menores salarios, etc.
Existe cierto “hilo invisible” entre los “tours de compras” sobre todo a Chile (pero también a otros destinos “más chic” como Miami), rememorando el “deme dos” de los años de plomo, los argumentos a favor de la eliminación de los aranceles a las computadoras (y otros productos), y los “maestros voluntarios” (más allá del armado a partir de los call centers “oficiales”). Es la construcción de una sociedad egoísta, ajena a los lazos de solidaridad, del “sálvese quién pueda”, en las cual los derechos de los trabajadores son subordinados al interés individualista. Es la destrucción de cualquier intento de conformar una comunidad nacional, más bien todo lo contrario.
Acerca de la “compra barata” de los productos importados, Manuel Ugarte aborda la cuestión, en el marco de la discusiones y diferencias con el Partido Socialista de Justo (que van a llevar a que sea expulsado del mismo en dos ocasiones), que vale recordar fue abiertamente librecambista (coincidiendo, como en otros temas, con la oligarquía liberal), que se posicionó contra los aranceles aduaneros en una defensa de la “vida barata” y la valorización del salario del obrero. El gran latinoamericano, Ugarte, en cambio piensa que en los países sin industrias propias la riqueza “pasa de largo” hacia el extranjero, y afirma que “los que arguyen que aumentará el precio de los artículos olvidan que, precisamente desde el punto de vista obrero, la industria resulta más necesaria. Abaratar las cosas en detrimento de la producción nacional, es ir contra una buena parte de aquellos a los cuales se trata de favorecer, puesto que se les quita el medio de ganar el pan en la fábrica. Disminuir el precio de los artículos y aumentar el número de los desocupados resulta un contrasentido. Interroguemos a los millares y millares de hombres que hoy pululan en las calles buscando empleo a causa de las malas direcciones de la política económica; preguntémosle qué es lo que elegirían: vivir más barato o tener con qué vivir. ¿De qué sirve al obrero que baje el precio de los artículos, si no obtiene con qué comprarlos?”.Asimismo alerta acerca del “snobismo de las clases ricas, extendido por espíritu de imitación a las que no lo son y quieren parecerlo, ha generado esa preferencia absurda por cuanto se vende con marca o rótulo extranjero”. En ese sentido, es preferible la “vida cara” en un país próspero, que la “vida barata” en uno sumido en la miseria.
Es larga la tradición de las ideas en nuestro país que se oponen a la apertura indiscriminada de las importaciones, muchas de las mismas silenciadas, al igual que quienes las enuncian, al tiempo que se difunden largamente las que pregonan el librecambio ¡la sabia organización de la ignorancia! decía Scalabrini. Así, tempranamente, en una de las primeras (quizás la primera), manifestación clara de proteccionismo en estas tierras, el primer gobernador nativo Hernandarias le escribe al Rey español en 1615: “"el vino y otras mercancías importadas entran por el puerto de Buenos Aires impiden las crianzas y labranzas de etas tierras. Si esto sigue, ¿de qué va a trabajar la gente?".
Otra de las plumas que tempranamente defiende lúcidamente la industria nacional y critica la libre importación es Carlos Pellegrini que sostiene a mediados del siglo XIX: “no hay en el mundo un solo estadista serio que sea librecambista, en el sentido que aquí entienden esta teoría. Hoy todas las naciones son proteccionistas y diré algo más, siempre lo han sido y tienen fatalmente que serlo para mantener su importancia económica y política (…) Es necesario que en la República se trabaje y se produzca algo más que pasto”. El librecambio mata la industria naciente. Ya el correntino Pedro Ferré, otro lúcido defensor de la industria nativa, aseveraba la urgente necesidad de establecer “la prohibición de importar artículos producidos en el país”.
Para la misma época que Pellegrini, como parte de los debates parlamentarios durante el gobierno de Avellaneda en los que se discute si aplicar o no tarifas aduaneras (vale recordar, gana la posición de aplicarlas), Vicente Fidel López, otro defensor de la industria nacional (aunque historiográficamente esté cercano a la historia liberal), expresa “para el Señor Ministro (se refiere al porteñista, librecambista y pro-británico Norberto de la Riestra –¡cualquier similitud con el gobierno actual no es casualidad!-, por entonces Ministro de Hacienda) un país que no produce sino materias primas (…) puede alcanzar la misma altura que un país que produce materias manufacturadas (…) Y yo digo que si nos limitamos a esta esfera, jamás saldremos de la pobreza, de la miseria, de la barbarie y del retroceso”.
Miguel Cané también lo fustiga preguntando: “yo quisiera que el Señor Ministro me mostrara un solo país en el mundo en que se haya producido la industria de la manera maravillosa (mediante el librecambio refiere), con que él pretende”. Amargamente comenta el Diputado Alcorta que fruto de no proteger la manufactura local la misma “ha desaparecido, dejando sin ocupación a muchos hijos de esta provincia”.Rafael Hernández también se preocupa por el destino de nuestra industria en detrimento de la británica, pues así “abandonando nuestras industrias, entregando nuestro capital, nos convertimos en una especie de Irlanda, en un feudo cuyo señor está en los bancos de Inglaterra”. Ya en el siglo XX Scalabrini Ortíz trata la misma cuestión, rememorando que “telas, trajes y zapatos se fabricaban en el norte argentino y en Corrientes, hasta que la industria inglesa nos confinó al primitivismo pastoril y agrario. Inglaterra, con las ventajas del librecambio arrolló las industrias del interior asentadas en dos siglos de proteccionismo español (…) el librecambio fue fatal para el interior”.
Pero quizás a nuestros actuales gobernantes y a otros también estas palabras le parecerán parte de la “política criolla”, de un pensamiento de “menor seriedad” por ser expresado desde nuestra nación. Así que veamos, como ejemplo, qué dice Arsenio Isabelle, que en un viaje por Argentina, Uruguay y Brasil hacia 1830 expresa: “¿Sabéis que han hecho los ingleses? Se apoderaron de la industria de los indios pampas y araucanos, de los habitantes de Tucumán y Corrientes, fabricando y confeccionando ponchos y las jergas con que se realiza u gran comercio en América del Sur. Y lo consiguieron tan bien que ahora solo se usan ponchos ingleses".
Don Arturo Jauretche, defensor de una política nacional en defensa de nuestra industria, hizo conocida la anécdota del General norteamericano Grant que es útil brevemente aquí. Al término de la guerra civil en el Norte de América (a diferencia de la del Sur), triunfa la política proteccionista, y Grant viaja a Inglaterra desde donde se pregonaba la necesidad que los países adopten el librecambio y se fustigaba el proteccionismo, a lo que Grant arguye que Inglaterra logró su poderío en base al proteccionismo aplicado por dos siglos, y sentencia: “dentro de doscientos años, cuando Norteamérica haya obtenido del régimen protector lo que éste pueda darle, adoptará firmemente el librecambio”.
No obstante estas advertencias, y muchas más, lo que fue primando fue la política de quitarle protección a nuestra industria, salvo excepciones claro como por ejemplo en el siglo pasado la Ley de Aduanas de Rosas que levantó nuevamente la industria artesanal del Virreinato que había sido perseguida por muchos años. Pero a esta política siguió Caseros y Pavón y los principios del librecambio, como a la política industrial del peronismo (la más consecuente, profunda y con mayores logros hasta aquí en nuestra historia), le correspondió la liberal de “la Libertadora”, y la neoliberal de la Dictadura genocida profundizada en los años 90.
En esta valoración positiva del librecambio resulta relevante destacar que como analiza Marcelo Gullo en su trabajo “la insubordinación fundante”, los países centrales tienen instrumentos “oficiales”, básicamente los organismos de estado; y “no oficiales”, fundaciones, universidades como Harvard, Hollywood, etc. para lograr lo que denomina como “subordinación ideológico-cultural” de los países dependientes. Es mediante estas estrategias de “poder blando” que van penetrando, sobre todo a las elites dirigentes, con ideologías de franca subordinación como el librecambio. En este sentido Hernández Arregui manifiesta que “una nación que acepta la teoría librecambista de otra no es una nación, pues está favoreciendo, al desguarnecer su propio mercado, a la industria extranjera, y en consecuencia, frenando su propio desarrollo industrial, base de toda independencia nacional”.
Llevamos más de un año de franco y acelerado retroceso de los sectores populares. No obstante, algo comienza a moverse en el subsuelo de la Patria, algunos movimientos hacia la re-unificación del campo nacional, y la marcha de los trabajadores el 7 de marzo puede marcar el inicio de la recuperación, convencidos que los trabajadores son los que sostienen la nación, y que “solo el pueblo salvará al pueblo”.
Publicado Originalmente Revista Zoom en Marzo 2017
* Lic. en Sociología (UBA). Mg. Metodología de la investigación (UNLa). Docente universitario. Autor de “La FORJA del nacionalismo popular”. Publicado en Revista Zoom. Marzo 2017.
En la Declaración de la Independencia de España que, vale la aclaración, no hace referencia a la Argentina sino a las Provincias en Sudamérica, lo que marca su impronta ligada a la Patria Grande, se indica que nuestro territorio también es libre de “toda dominación extranjera”. Lamentablemente eso no fue lo que terminó primando, pues el fracaso del Proyecto de la Patria Grande que le permitiera a nuestra región encarar un modelo de desarrollo con justicia social, tuvo como corolario la aparición de una veintena de países que emergen como países dependientes de alguna potencia en nuestro caso claramente Gran Bretaña.
Ahora esa dominación no es directa sino más bien indirecta, vía la “ocupación” de la estructura económica de modo de expoliar las riquezas y paralizar el desarrollo nacional contrario a los intereses de Gran Bretaña. Raúl Scalabrini Ortiz habla de los dos tipos de políticas que aplican los británicos con nuestro país: una directa y otra indirecta. La primera refiere al conjunto de declaraciones, manifestaciones, documentos (públicos), etc., que indican la cooperación conjunta de ambos países para el bienestar general del pueblo argentino y su nación soberana. Una ficción. Mientras la segunda, lo que se esconde detrás del velo, es la política que pretende a través de la penetración económica dominar nuestro país manteniéndolo en el primitivismo agropecuario. América del Sur como la Granja abastecedora del desarrollo industrial de las potencias, y en ese marco la Argentina productora de materias primas, y consumidora del excedente de la producción británica que arruina la propia.
Esa política, con sus “idas y vueltas” fue la que se aplicó en nuestro país (con excepciones claro como por ejemplo el caso de Juan Manuel de Rosas), hasta octubre del 45 cuando el subsuelo de la Patria se subleva y emerge el segundo movimiento nacional del siglo XX: el peronismo. Perón sigue la máxima de la Declaración de nuestra independencia, esa idea que enunciamos al principio “libre de toda dominación extranjera”, y procura que nuestro país avance en una “nueva emancipación” a partir de la nacionalización de la estructura productiva, y el impulso del desarrollo industrial a partir de la captación de la Renta Agraria Diferencial que antes solo disfrutaba la oligarquía en viajes, lujos y placeres. En fin el desarrollo de una Revolución Nacional. La Argentina comienza a dejar atrás la dominación semi-colonial de parte de Gran Bretaña, y se ponía en guardia rechazando la Norteamericana, por ejemplo negándose a ingresar al Banco Mundial y FMI.
Como sabemos, esa Revolución Nacional queda inconclusa, bombardeos de la población civil mediantes, con el golpe de septiembre del 55. Allí comienza la Argentina a vertebrar su camino a la dominación semi-colonial, ahora principalmente por parte de los Estados Unidos, así salvo el interregno de la vuelta de Perón, su continuación con el proceso de emancipación nacional, y el último periodo de gobiernos nacionales-populares que se corre en cierta medida de la égida del imperialismo (el rechazo al ALCA es la manifestación más clara y contundente), fue ese el camino que siguió nuestro país profundizado a partir de la última dictadura cívico-militar genocida, y el modelo neoliberal de los años 90.
Los argentinos entonces podemos decir vivimos una ficción, la que somos un país plenamente independiente cuando la realidad es la contraria. Gran parte de nuestra riqueza, dada la estructura económica dependiente (sobre la que hace al menos 40 años poco se ha avanzado en el sentido del rompimiento), drena al extranjero. Un país rico en que gran pate de su población vive en la miseria, y presenta un aparato productivo atrasado. Asimismo, gran parte también de las decisiones se toman fuera de nuestras fronteras, y/o dentro de las mismas pero no según el interés nacional, sino más bien el de las potencias que nos dominan. Jauretche remarca la idea que sobre la estructura dependiente se monta una superestructura cultural de colonización pedagógica que procura hacer invisible esta situación semi-colonial.
De diciembre pasado a esta parte, el “cambio” viene profundizando a paso acelerado esta dependencia. Retrotraer la Argentina a (al menos), 1910 parece ser el proyecto que ganó las últimas elecciones por escaso margen. Sin que el último proyecto nacional-popular haya emprendido una revolución, la oligarquía sí está llevando a cabo unacontrarrevolución con un revanchismo de clase muy fuerte. Vale la aclaración en este punto sobre la no “alternancia democrática” entre dos proyectos nacionales en los países semi-coloniales como el nuestro, pues no existen dos proyectos nacionales, sino uno nacional y otro colonial. En nuestros países, con una cuestión nacional a resolver, tenemos claramente un sector político que “juega” para el interés extranjero.
El gobierno de la Alianza Cambiemos es la manifestación más clara y descarada de esa realidad. Basta ver los ministerios ocupados directamente por los gerentes de las empresas imperialistas que la única intención que abrigan es saquear la riqueza que generamos diariamente los que habitamos el territorio patrio. Nos interesa aquí recorrer algunas de las ideas del actual Presidente y del gobierno en relación a nuestra independencia y dependencia como demostración de lo enunciado.
El desparpajo del Presidente, y el desconocimiento de nuestra historia se manifiesta al recordar que siendo Jefe de Gobierno en conmemoración del 9 de julio, arrancó la respuesta a un periodista diciendo: “siendo el día de la bandera…”. Pero uno podría decir que fue una equivocación, y que era temprano, así que indaguemos un “poco más” en su relación con la soberanía nacional.
En un reportaje reciente con el Diario de los Mitre en su último viaje a Europa se explayó sobre la cuestión del desarrollo, y la relación con los países centrales: “El planteo claramente es: ellos tienen serias ventajas en todo lo que es el aparato industrial, fabricación de bienes y servicios. Nosotros tenemos ventajas en el sector agrícola (…) Eso es lo que naturalmente cada región tiene como fortaleza, después en cada lugar se ve sector por sector. En líneas generales es lo que se ve como ventaja comparativa de una región y la otra”. Es decir, claramente la “vieja teoría” de las ventajas comparativas que estalló en mil pedazos con la crisis del 30, y que ningún economista de línea nacional de un país dependiente puede tomar en cuenta.
Es más ya la había enjuiciado y desestimado Carlos Pellegrini en el contexto de la crisis internacional y de los posteriores debates parlamentarios por los aranceles aduaneros en 1876 durante el gobierno de Avellaneda: “El libre cambio mata a la industria naciente. Los que han defendido ciegamente teorías sostenidas en otras partes no se han apercibido que apoyaban intereses contrarios a los suyos. Cuando esta cuestión se discutía en el Parlamento inglés, uno de los ilustrados defensores del libre cambio decía que él quería hacer de la Inglaterra la fábrica del mundo y de la América, la granja de la Inglaterra. Y decía una gran verdad, que en gran parte se ha realizado porque en efecto nosotros somos y seremos por mucho tiempo, si no ponemos remedio al mal, la granja de las grandes naciones manufactureras (...) Yo pregunto, Sr. Presidente, ¿qué produce hoy la provincia de Buenos Aires, la primera provincia de la República? Triste es decirlo. Sólo produce pasto y toda su riqueza está pendiente de las nubes. El año que ellas nieguen riego a nuestros campos, toda nuestra riqueza habrá desaparecido. Es necesario que en la República se trabaje y se produzca algo más que pasto".
A esto se le suma un modelo claramente delineado sobre la valorización financiera y el híper-endeudamiento. Se calcula en estos seis meses unos 30 mil millones de dólares se ha incrementado la deuda a partir del pacto de sumisión con los “fondos buitres”. En ese sentido también se expresó la vicepresidenta: “Vamos hacia un país agroexportador y de servicios, basta de industria”. Recordemos la sentencia de Hernández Arregui: “o nación o factoría”.
El giro en la política internacional que procura la incorporación de nuestro país a la Alianza del Pacífico, que implica desenterrar al ALCA que se creía enterrado en las costas de Mar del Plata, una alternativa de libre comercio, la adopción de las políticas neoliberales diseñadas en el Norte, el deterioro de la soberanía nacional, y un retroceso significativo de las condiciones de vida de nuestro pueblo. Sumado a esto la regresión de los gobiernos en mayor o menor medida nacional-populares en América Latina y la posibilidad concreta de la instalación de dos bases norteamericanas en nuestro territorio (Misiones y Tierra del Fuego), muestran a las claras que el “fantasma de Kissinger” merodea por nuestro continente y está ávido de enterrar por muchos años la posibilidad de un proyecto nacional y popular.
Si hay una causa nacional que cala hondo en el sentimiento del pueblo argentino, el 82 es una manifestación de ese sentimiento más allá de los “desmalvinizadores”, es la causa por la soberanía en nuestras Islas Malvinas. Al mismo tiempo es demostración de la ocupación colonial directa por parte de Gran Bretaña, y cómo los reductos oligárquicos no comparten esa identidad nacional, sino que como enseñó Hernández Arregui la identidad de la oligarquía es la del imperialismo que justamente disuelve la comunidad nacional, es decir es diametralmente opuesta. La oligarquía siempre se mira, a partir del esquemacivilización y barbarie en el espejo del colonizador, añora ser europea, británica o norteamericana. Es por ello que se entiende que el actual representante de los intereses foráneos a cargo de la Presidencia haya manifestado, de vacaciones (situación en la que suele estar seguido) en Punta del Este, con respecto a las Malvinas: “la verdad es que los temas de las soberanías con un país tan grande como el que tenemos nunca los entiendo mucho. Nosotros no tenemos un problema como los israelíes, que tienen problema de espacio. Acá lo nuestro es casi un amor propio. Es más, creo que las Islas Malvinas serían un fuerte déficit adicional para la Argentina. Tengo entendido que al Tesoro de Inglaterra le cuesta bastante plata por año”. El “mal que aqueja a la Argentina es la extensión” había dicho el “Padre del Aula” para procurar hacer “Europa en América”.
Más claramente aparece nuestra situación semi-colonial, cuando el “viejo país”, ese pasado que vuelve festeja en la Embajada Norteamericana la independencia del país del norte que cumplió con la advertencia de Bolívar y plagó de miseria a Nuestra América. Prácticamente una reunión de Gabinete ampliada a los miembros de las corporaciones mediáticas y la justicia. Casi el “blanqueo” del entramado de alianzas que nos gobierna hoy (quizás, no sabemos si estaban, faltaban los servicios de inteligencia)
Conmemorar hoy el 9 de julio entendemos significa recordar a los hombre y mujeres que dieron su vida a lo largo de estos doscientos años para que seamos un país plenamente soberano, libre de toda dominación extranjera adopte la forma que adopte. Al tiempo que tener presente que estos procesos de emancipación fueron continentales, de la Patria Grande, y por la justicia social. La política de estos patriotas es una impugnación al proyecto de sumisión neocolonial de Cambiemos. Por eso, este acto de rememoración no debe quedarse en el inmovilismo, sino debe movilizar los espíritus. Como decía el “Pepe” Rosa poner las pasiones del pasado al servicio de las presentes. Reconstruir el Frente Nacional de liberación contra la política oligárquica-imperialista es imperativo. La historia es rectora y sirve en tanto nos pueda orientar en la conformación de una política nacional. En este sentido Ernesto Palacio sentencia: “la historia ha de ser viviente, estimulante, ejemplificadora, o no servirá para nada”, y en todos los rincones de la Patria empieza a emerger el grito que corroe los cimientos de la dependencia: “PATRIA SÍ, COLONIA NO”.
Publicada originalmente en Revista Zoom. 9 de Julio de 2016