La crítica al liberalismo y la dependencia en el pensamiento de Antonio Cafiero. Por Juan Godoy
“La trascendencia político-cultural de este sistema económico (el liberalismo) se revelaba a través de una determinada disposición mental de la “clase dirigente” argentina (…) la atracción por lo foráneo y la subestimación de lo nacional era su característica predominante”. (Antonio Cafiero)
“No hay neutralidad axiológica frente al problema económico. Cada vez que un funcionario dicta una resolución, hay una concepción del país y de la sociedad que lo está animando, hay una comprensión del problema del hombre, hay una determinada visión antropológica”. (Antonio Cafiero)
El liberalismo constituye para los países semi-coloniales como la Argentina una ideología de la dependencia. Es a su vez, la matriz desde la cual se fue constituyendo y diseñando nuestro país desde su adopción por parte de la oligarquía argentina en siglo XIX. Su adopción fortalece y perpetúa la condición de la Argentina dependiente. El liberalismo económico, también político y cultural, penetra fuertemente en las conciencias no sólo de los que se reivindican como tales, sino también de otros sectores políticos. En este sentido, retomar (aunque sea brevemente y en sus puntos nodales), la crítica que le realiza Antonio Cafiero desde temprano resulta pertinente para comprender nuestro pasado, como asimismo para orientar el presente y pensar en la construcción de un futuro promisorio para nuestro país.
Antonio Cafiero, en la mejor tradición del pensamiento nacional, considera que desde el peronismo se apunta a la creación de herramientas propias para abordar nuestros problemas, no hay que copiar doctrinas económicas de otros países, sino más bien crear las propias. A las problemáticas nacionales se las enfrenta con un criterio argentino. No obstante, da cuenta que esta visión no es la que predomina en nuestro país, más bien lo contrario.
La adopción del liberalismo se realiza como un absoluto, no se lo “tamiza” con nuestra realidad, se trata de tomar una idea pretender hacer que nuestra realidad “encaje” en ese esquema teórico. Por eso sostiene que “para los liberales lo “real” eran sus propias fórmulas ideológicas, basadas en generalizaciones (…) cuya correspondencia con la realidad no les interesaba analizar. De allí que el pueblo argentino, esa formación humana de seres concretos con necesidades, aspiraciones e ideales también concretos y referidos a su específico medio vital, comenzó a ser el “gran ausente” de las abstracciones liberales”. (Cafiero, 2017: 119) Para el liberalismo el “país real” tiene que adaptarse a las definiciones teóricas y no al revés. Así, constituye una matríz de interpretación denigratoria de la realidad local, y desprecia al pueblo.
La oligarquía argentina ve la grandeza y la prosperidad de la nación, que es solo su núcleo elitista claro está, en la adopción del liberalismo y en la inserción de nuestro país al mundo a partir de las “ventajas comparativas” que pregona dicha doctrina. (Cafiero, 1974) Los designios que Canning había lanzado a principios de siglo comenzaban a cumplirse, Argentina se integra al mundo como una economía complementaria, como país-granja y como tal: dependiente.
La economía argentina entonces se vertebra a partir de la producción primaria, se subestima el desarrollo industrial y minero (que claro colisiona con los intereses británicos), y las actividades derivadas. Desde la oligarquía y los partidos de la izquierda tradicional como el Partido Socialista , la industrialización era analizada como algo artificial que tendía a deformar la economía en tanto ésta debía ser libre, al tiempo que abogan por la libre-importación. Cafiero afirma que “la atracción por lo foráneo y la subestimación de lo nacional era la característica predominante. Ya desde tiempos antiguos, el liberalismo político de los que organizaron constitucionalmente el país había sembrado las semillas de una concepción del ser nacional basada paradojalmente en el desmedro de lo argentino”. (Cafiero, 2017: 118)
La autodenigración de lo nacional es una “enfermedad” recurrente en los países semi-coloniales que se revela como central en la dominación invisible. La derrota política, fruto de la cual se impone un modelo económico donde predomina el liberalismo, se cristaliza en las conciencias e impide “dar vuelta” la situación. No nos permite pensar más allá de los límites fijados por la realidad semi-colonial. Más aún cuando emergen voces que critican este orden son silenciadas o tachadas como una rémora del pasado y/o del atraso.
Para dar cuenta de los proyectos políticos en pugna y cómo las diferentes resoluciones tiene una impronta en las definiciones nacionales, toma Cafiero el ejemplo de Estados Unidos al terminar su guerra de la independencia, en tanto al finalizar la misma, Gran Bretaña pretende el sometimiento económico y procura que la clase dirigente adopte el liberalismo, a lo que la elite norteamericana, en general se rehúsa. De ahí la famosa discusión que el ex Presidente de Estados Unidos, el General Ulysses S. Grant pronuncia en Mánchester luego de escuchar a quienes hacían apología del liberalismo, donde indica que Inglaterra se ha desarrollado gracias a su proteccionismo y ahora a partir de la adopción del liberalismo, pretende que los demás países sin desarrollo lo adopten también. Un economista contemporáneo utiliza la metáfora de “patear la escalera” para referirse a este proceso.
Cafiero también indica cómo finalmente Estados Unidos se desarrolló y terminó, fundamentalmente a través de las teorías y prácticas que pretende imponer mayormente utilizando al Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), haciendo lo mismo que el General Grant le criticaba a Gran Bretaña a fines del siglo XIX. La crítica y la ruptura con ese ideario liberal que se pretende imponer resulta sustancial para nuestro desarrollo.
En el marco de la crítica, Cafiero también aborda la mentada cuestión de las “inversiones extranjeras”. Al respecto sostiene que éstas llegan a los países coloniales y semi-coloniales deformando la estructura económica nacional en función no de los intereses nacionales, sino de la dependencia, operando “la descapitalización nacional y (colocando) la economía nacional en la órbita de los centros financieros e industriales del mundo, en particular Inglaterra, con mengua definitiva de su capacidad autónoma de desarrollo”. (Cafiero, 1974: 134) La dependencia es diametralmente opuesta al desarrollo nacional, lo imposibilita. El país queda postrado en el subdesarrollo.
El liberalismo también, como sabemos, pone al individuo y la satisfacción de sus propios intereses en primer lugar y por encima de todo. Ese individualismo penetra a sectores ajenos al campo nacional, y también a los propios, lo que constituye claramente un peligro, Cafiero indica ya en la década del 90 que “el individualismo, la ausencia de convicciones doctrinarias, el apremio por la consagración de objetivos políticos personales, la desviación de la filosofía de los intereses superiores han llevado en los últimos años a una práctica burocrática de la militancia y a un ejercicio casi formal del compañerismo”. (Cafiero, 1995: 191) El peronismo, recordamos, afirma que no hay realización individual aislada, en tanto el individuo solo se puede realizar en la comunidad.
La deuda aparece como una temática central en el pensamiento económico de Cafiero, más aún en la post-dictadura cívico-militar del 76. El endeudamiento aparece como uno de los temas en los cuales se manifiesta más claramente la dependencia en la actualidad. Ese vocablo que muchos pretenden desterrar del vocabulario político argentino, el político se pregunta en tanto la enorme magnitud de la deuda externa que nos agobia si “¿es posible que hayamos archivado la palabra dependencia, que pensemos que es un anacronismo hablar de dependencia? (y continúa) La dependencia está en la entraña de nuestro problema político. Esto no es un cáncer que se cura con aspirinas, sino que es una cuestión que reclama soluciones heroicas”. (Cafiero, 2017: 267)
El economista trata tempranamente esta problemática, es más escribe un informe en julio de 1949 (momento en que era agregado financiero de la Embajada Argentina en Estados Unidos), en relación a la posibilidad que nuestro país ingrese al Fondo Monetario Internacional (FMI), que resulta una explicación profunda en torno a la negativa de Juan Perón al ingreso al organismo . El economista Mario Rapoport sostiene que “no existía ningún documento que fundamentara detalladamente su posición (…) Leyéndolo uno advierte de inmediato la sólida formación económica e intelectual de Cafiero ”. (Rapoport. En Cafiero, S., y Lohlé, I., 2017: 16)
En este sentido también, como el tema recorre toda su vida y pensamiento, ya en los 80, en el recinto de Diputados en el ya famoso discurso pronunciado en 1986 sobre la centralidad de la deuda externa, en tanto todos los temas que se discuten en el país están en mayor o menor grado supeditados o atravesados por la cuestión de la deuda, todavía resuenan las palabras de suma actualidad: “esta deuda se torna políticamente explosiva y no quiero para la Argentina el destino de la cándida Eréndira, la suerte de esa muchacha que narra García Márquez, que debía ofrecer su cuerpo once ves y media por día para poder pagar la deuda que su desalmada abuela le impusiera de manera absolutamente arbitraria y despótica”. (Cafiero, 2011: 413)
Al fin y al cabo, el liberalismo económico representa la justificación doctrinaria de los países centrales en pos de satisfacer sus intereses (fundamentalmente los de Inglaterra), y someter a los países dependientes, manteniéndolos en el primitivismo agropecuario. El liberalismo adoptado por los países coloniales y semi-coloniales es una ideología de la dependencia. Así, los intereses del imperialismo británico colisionan con los nacionales. No obstante, la oligarquía argentina hizo suya esa idea y constituyó las bases de una Argentina dependiente que recién con la llegada del peronismo se va romper.
La Revolución Nacional peronista es considerada como una “reacción anti-liberal”, en tanto se sustenta en un modelo nacional que propugna la independencia económica, la garantía de la justicia social y la soberanía política “en oposición a los tradicionales esquemas liberal-cosmopolitas”. (Cafiero, 1974 : 303) El liberalismo se adopta en tanto doctrina con pretensiones universales, sin tener en cuenta las particularidades para el impulso del desarrollo nacional, sino más bien responde al interés de los países centrales, fundamentalmente Inglaterra.
La Revolución nacional no se basa en esquemas abstractos, sino que parte del análisis de la realidad y crea un modelo propio para el impulso del desarrollo, y la realización de las “tres banderas”. La formación de una clase dirigente y pensadores que piensen más allá de los moldes prefijados, que piensen en términos nacionales, resulta esencial para dejar de la dependencia. Dejar de pedirle “permiso” al extranjero para expresar nuestra propia voz. No existe independencia y por consiguiente soberanía si un gobierno no puede trazar y realizar una política autónoma que impulse el desarrollo nacional y la ruptura de la dependencia.
Publicado orginalmente en Revista Zoom
Bibliografía
Cafiero, Antonio. (1974). De la economía social-justicialista al régimen liberal-capitalista. Buenos Aires: Eudeba.
Cafiero, Antonio. (1995). El peronismo que viene. Buenos Aires: Nuevo Hacer.
Cafiero, Antonio. (2011). Militancia sin tiempo. Mi vida en el peronismo. Buenos Aires: Planeta.
Cafiero, Santiago y Lohlé, Ignacio (comp.). (2017). La independencia económica. El pensamiento de Antonio Cafiero. Buenos Aires: Punto de Encuentro.