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Salvador Ferla afirma que el mismo 17 de octubre la oligarquía se la tiene jurada al pueblo, que buscará la hora de la impunidad para tomarse una revancha clasista sobre los trabajadores argentinos que habían torcido el rumbo de la historia y encontrado un líder que sintetiza los anhelos de los mismos. El historiador considera que la impunidad la encuentra en junio del 56 con los fusilamientos, no obstante nosotros podemos considerar que anteriormente a éstos, fueron realizando varios atentados sobre esos trabajadores. En la desconcentración del 17 de octubre mismo encontrarán la muerte dos jóvenes, uno de los cuáles pasa a ser conocido como el “primer mártir” del peronismo: Darwin Passaponti.

                El 16 de junio encuentra explicación en el accionar histórico de la oligarquía y en un entramado de acontecimientos que teje que van a terminar con el derrocamiento de Perón. Fracasado el intento de golpe de estado de 1951, y derrotada nuevamente en las urnas la “vieja” argentina semi-colonial que iba desde la Sociedad Rural, el imperialismo británico y norteamericano, hasta los partidos comunista y socialista, entre otros, la oligarquía comienza a realizar varios actos terroristas que van desde la colocación de bombas el 15 de abril de 1953 en un acto en Plaza de Mayo, otras en un hotel, a la salida del subterráneo A, ya en el 55 los comandos civiles siguen colocando bombas, en la CGU, en la CGT y el partido peronista de Mar del Plata, provocan destrozos en el Banco Nación, la Lotería Nacional, el Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, YPF, asesinan a “sangre fría” a policías, etc.

                Estos actos solo resultan los prolegómenos del atentado terrorista más grande de nuestra historia. A las 12.40 hs. de aquel jueves nublado en que estaba previsto un desagravio al pabellón nacional y a la memoria de San Martín por parte de la aviación, comienzan las oleadas de ataques aéreos que durarán 5 horas, siendo la más destructiva la que se da a las 15.15 hs. Se trata fundamentalmente de Oficiales y Sub-oficiales de la Armada, fuerza penetrada fuertemente por Gran Bretaña (se verá tres meses más tarde cuando abastecen para que tenga poder de fuego la cañonera con la que Rojas amenaza volver a bombardear Buenos Aires), con el apoyo de un sector menor de la aeronáutica y de los “comandos civiles”. Se trata más de 300 comandos armados que tienen como misión dar apoyo a la infantería de Marina durante el planificado asalto a la Casa de Gobierno bombardeada de modo de dar muerte a Perón y sus ministros si continuaban con vida, lo que no logran. Lo que si logran es ocupar Radio Mitre y emitir una proclama dando por muerto al “tirano”. La intención, luego de asesinar a Perón, era crear un triunvirato integrado por Miguel Ángel Zavala Ortiz (dirigente radical, el único civil que participa de los bombardeos, luego canciller del “democrático y honesto” Illia), Américo Ghioldi (dirigente socialista) y Adolfo Vicchi (del Partido Conservador). Un antecedente de un bombardeo (además de Guernica), aunque diferente claro ya no son sectores de las FFAA del mismo país, es el golpe (auspiciado por la CIA), a Jacobo Árbenz en el 54, cuando aviones procedentes de Honduras y Nicaragua bombardean Guatemala.

                Cabe resaltar la tradición criminal de los que participan de los bombardeos. Destacamos algunos casos: como ayudantes del contralmirante Olivieri se encuentran Emilio Eduardo Massera, Horacio Mayorga y Oscar Montes. Massera, sabemos, fue miembro de la Junta Militar genocida, Mayorga participó de la masacre de Trelew, Montes fue Canciller la misma dictadura. A los fugados a Montevideo los recibe el Capitán Guillermo Suárez Manson (estaba prófugo de la justicia por haber participado en el intento de golpe del 51), Comandante del Primer Cuerpo del Ejército de la última dictadura, uno de sus principales represores, como tal condenado por delitos de lesa humanidad. Máximo Rivero Kelly, vinculado a la represión en la Patagonia, Horacio Estrada, jefe en la ESMA, Eduardo Invierno, jefe inteligencia naval, Carlos Fraguío, vinculado a la represión en la ESMA, Jorge Mones Ruiz, delegado de la SIDE, Osvaldo Andrés Cacciatore, intendente de Buenos Aires, por nombrar algunos casos. El golpe del 76, nuevo golpe contra el peronismo, resulta la continuidad y profundización del 55.

                Además de los objetivos mencionados, resulta central la idea de implantar el terror y demostrar que están dispuestos a todo. No casualmente Mario Amadeo, comando civil y partícipe en los actos, afirmó que “sin 16 de junio no hubiese habido 16 de septiembre”. Desde los aviones caen más de cien bombas, se trata de un total de 9-14 toneladas de explosivos, las víctimas son más de trescientas (algunos hablan que podrían llegar a dos mil), a las que hay que sumar también miles de heridos, muchas gravemente y con consecuencias para toda la vida.

                En este marco, queremos destacar para finalizar dos cuestiones: una que si bien uno de los objetivos era asesinar a Perón, como él mismo lo indicó no hacía falta el bombardeo, ya que en todos los años de su presidencia dio infinidad de actos públicos, andaba en su automóvil sin escolta, asistía a ceremonias, etc. por lo que solo bastaba un hombre decido para matarlo, pero no, algo más había además de su asesinato se buscaba como dijimos implantar el terror. No obstante, evidentemente el pueblo peronista no se amedrenta, sino que ese mismo día se presenta para defender el orden constitucional y la Revolución Nacional.

                Por último, rescatar la acción de Perón, tanto en este acontecimiento como tres meses más tarde en el golpe de estado. Una de las verdades del peronismo dice que “El peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes, pero no mártires”, y otra que “El justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista”. Consecuente con los pilares doctrinarios, guía para la acción, que muchos analistas no tienen en cuenta (y suelen minimizar), ese mismo día Perón busca proteger al pueblo de la barbarie oligárquica entendiendo que las fuerzas leales podían derrotar a los insurrectos, y procurando evitar que la CGT dispuesta no avance sobre la plaza, de modo que no se derrame más sangre de nuestro pueblo.

Asimismo luego de derrotado el golpe, Perón no aplica fusilamientos como varios sectores piden, sino que piensa en la necesidad de pacificar la situación en el mismo sentido. Luego, y más claramente, cuando se da el golpe de estado de septiembre, las fuerzas leales tienen controlada la situación y pueden derrotar a los golpistas, sin embargo amenazan con un nuevo bombardeo. En ese marco, Perón decide renunciar. La explicación de Perón es preferir “el tiempo a la sangre”. Perón considera que seguir en el gobierno seguramente llevaría a una guerra civil, donde los muertos se contaría seguramente por miles, cientos de miles o más de un millón (Perón había visto las consecuencias de la guerra civil española), desangrando a la Argentina y enterrando las posibilidades de ser una Patria Libre, Justa y Soberana por muchísimos años (Paraguay luego de la guerra puede ser un ejemplo de ello). Muchos analistas analizan la profundidad de la revancha, mucho más grave son cientos de miles de muertes y un país absolutamente destruido. El tiempo finalmente le dio la razón, si bien muchos años más tarde, retornó al poder con más de 62 % de los votos para volver a la senda de la Revolución Nacional. Pensamos que Perón deja una lección para la historia en torno al humanismo, la importancia de tener guías para la acción, la sabiduría de un líder que no cae en infantilismos que pueden llevar a miles de muertes, y el poner por delante del interés personal los intereses de la Patria y los trabajadores.

La barbarie oligárquica y el humanismo de Perón

Por Juan Godoy*

El siguiente espacio busca realizar aportes a la construcción de una sociología e historia en clave nacional-popular y Latinoamericana, que contribuya a la liberación nacional

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